Ella sonreía al fulano. Se notaba que se encontraba más a gusto que Dios. A veces le acariciaba una manita a la criatura. A mí, Juan, a mí me dieron ganas de cagar. Se me puso el cuerpo descompuesto. Me dio un miedo de dos pares de cojones.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «Síntomas» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 72).