Las seis y media de la tarde. Acabo de ponerme a temblar. Acabo de colgar el teléfono.
Fragmento perteneciente a DIETARIO EN RED 2009-2010
Las seis y media de la tarde. Acabo de ponerme a temblar. Acabo de colgar el teléfono.
Fragmento perteneciente a DIETARIO EN RED 2009-2010
—¿Y qué ponían en la tele?
Me quedo como desencajado.
—¿Por la tele?
Me lo pienso y prosigo.
Fragmento perteneciente a
TRENZADO DE HOMICIDAS.
—Estoy muy intrigada. ¿Es verdad que tienes treinta y tres años?
—Por supuesto. Nací a finales de 1963.
Fragmento perteneciente a
TRENZADO DE HOMICIDAS.
—Me han dicho que escribes, que te han publicado un libro.
Yo no sé qué decir. ¿Quién es este chocho? ¿De dónde ha salido? Aparenta unos veinte años.
Fragmento perteneciente a
TRENZADO DE HOMICIDAS.
El impulso del amor me empuja hacia la calle. No dejo de pensar en la morena de la calle.
Fragmento perteneciente a
TRENZADO DE HOMICIDAS.
Un par de horas antes de acudir a la cena de Nochebuena con mi madre —los dos solitarios de la familia—, me desternillo de risa, en mi solitaria madriguera, frente a la televisión; una risa muy placentera y ruidosa, incluso escandalosa, sin maldad. Acabo de desternillarme de risa con la presentación que le hace Joaquín Soler Serrano al poeta visual Joan Brossa, una entrevista que tuvo lugar hace treinta y tantos años, en el programa A Fondo, de buen recuerdo infantil en mi memoria, filetes de lomo sabrosamente engrasados en mi paladar.
Resulta que yo me hallaba acomodado en el sofá, a oscuras, a la expectativa, dejando transcurrir la musiquilla inicial del programa, que siempre vuelve a trasladarme a la niñez, cuando repentinamente, como de costumbre, sale el trajeado periodista Soler Serrano, grandote, oblongo, como un militar de la Antigua Roma, el general Galba, según Josep Pla. Otra vez el simpatiquísimo Soler Serrano, en otra presentación de las usualmente tremendas, con su carácter enfático, con su talento y facilidad en la suelta de adjetivos ditirámbicos, apabullantes.
Como no encuentro desperdicio, aquí traslado el manejo literal que el simpatiquísimo y renegrido Soler Serrano llevó a cabo en su fantástica presentación:
«Vamos a intentar subirnos por un rato en el mundo fascinante de Joan Brossa. Joan Brossa, que es un hombre de una enorme versatilidad. Es un gran poeta. Es un poeta múltiple, disparada su sensibilidad hacia campos y caminos muy variados. Es un hombre de una poesía insidiosa y violenta en ocasiones. Es un hombre de una poesía revulsiva. Tiene también, por otra parte, sonetos que son de una rara perfección. Es al mismo tiempo el hombre de los poemas visuales. Es el gran autor de un teatro que rompe un poco con las estructuras del teatro clásico. Es, en definitiva, un conquistador, un experimentador, un hombre que está siempre en la línea del más allá de lo posible».
¡La Virgen! ¡Menuda presentación! He de confesar que mis carcajadas estallaron prácticamente al arrancar el discurso de Soler Serrano. Cuando terminó su primera línea, al pronunciar el nombre del poeta, tras el adjetivo «fascinante», apareció un primer plano del poeta, que fue recibido por mis aburridos ojos como un cañonazo. De golpe y porrazo, con el inicio, con las laudatorias palabras «poeta múltiple», al poeta se le escapó una breve sonrisilla de crío zascandil, que yo recibí como flechazo de ardiente júbilo. Instantáneamente, en el rostro de Joan Brossa vi al hombre del bar de abajo, un hombre sencillo que suele estar en el umbral de la taberna con una cerveza en la mano. Vi a un hombre de simples ropajes, en contraste con las flamantes telas del periodista. Vi a un hombre refugiado en unas gafas negras, graciosamente bizco y como en Babia. Evidentemente, mis carcajadas aumentaron con los geniales adjetivos, de potentísima fonética, del irrepetible y maravilloso periodista, al mismo tiempo que descubría los dientecillos del poeta, totalmente picados, comidos, podridos, a un paso de convertirse en arena negruzca, penosa circunstancia bucal muy recurrente en la turbamulta de mi barrio… Joan Brossa, el poeta de los sonetos reglados, de las dificultosas sextinas; el poeta de las letras que se quiebran y forman dibujos anecdóticos y abstracciones.
Me ha caído muy bien este hombre, pese a sus hechuras de cuco. A lo mejor algún día me acerco a su obra.
*
—Mama, acabo de reírme a carcajadas, digo a carcajadas, con una entrevista que le han hecho a un poeta.
—Pues yo no me río así desde hace años. No hay nada… No sé…
Fragmento perteneciente a DIETARIO EN RED 2009-2010
Una chica escandalosamente gorda. Me sorprendió que en menos de un minuto los dos se comieran la boca.
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TRENZADO DE HOMICIDAS.
La chica regala. Con el mentón alzado no le quito ojo.
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TRENZADO DE HOMICIDAS.
Mis amigos creyeron que lo iba a echar de casa a hostias.
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TRENZADO DE HOMICIDAS.
Hoy el horno de la noche está de nuestra parte. Lo sé. Aunque parezca que se confude.
Fragmento perteneciente a
TRENZADO DE HOMICIDAS.
Ayer, una alumna de 2º de Bachillerato dejó claro en clase que no le gusta el Quijote.
—¡Don Quijote es un friki!
Ay, Dios, el bueno de don Quijote, con su rocosa nobleza humana y su locura parcial… Si el pobre Cervantes levantara la cabeza…
A veces pienso que esta clase de 2º de Bachillerato más bien parece un corral de gallinas, con tanto cacareo de mujercitas consentidas; un corral de gallinas con dos gallos deslavazados, difuminados: el alumno Joan y yo. Ayer, por ejemplo, con la ocupación de un aula vacía —mi grupo de Literatura se traslada en mi hora desde unos módulos, o “barracas”, como los llaman, al edificio del instituto—, el cacareo de los primeros minutos se ciñó en un capítulo inédito, no presentido.
—Profe, ¿tienes un tatus?
—Claro.
Fragmento perteneciente a DIETARIO EN RED 2009-2010
Cuando se baja los pantalones hasta las rodillas, una de las nenas se muestra insolidaria y abandona a su amiga cambiando de acera.
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TRENZADO DE HOMICIDAS.
Rebasa al nota un par de metros, echa el freno de mano, deja el coche en marcha, empuña una navaja de la guantera, deja su portezuela abierta de par en par y se dirige hacia el nota abriendo la navaja.
—¿Tú acabas de pedirme un cigarro?
Fragmento perteneciente a TRENZADO DE HOMICIDAS.
Toda la colegada se queda de piedra. Todos nos vamos muy rápido a la puta calle. Y en la puta calle, los seguratas y unos mamarrachos nos vacilan.
Fragmento perteneciente a
TRENZADO DE HOMICIDAS.
Otra vez la noche y su fiesta, los bares y las discotecas, y sus borracheras, y las tías de aquí para allá, enrojecidas por el sol, calientes, dulces, prominentes. ¿Adónde puede ir mejor un menda solitario como yo?
Fragmento perteneciente a
TRENZADO DE HOMICIDAS.
De calentura se presenta la noche. Las noches calurosas son las mejores. Las tías sudan más, beben más, se les va la olla antes. Tengo la sensación de que la noche se presenta de puta madre. Nosotros somos seis, los seis: el Manel, el Tete, el Vale, el Carmelo, el Jorge y yo. Somos los mejores, los de más palique.
Fragmento perteneciente a
TRENZADO DE HOMICIDAS.
¡Ay, Tiger, campeón imbatible de golf, que me dicen que abandonas tu inquebrantable trono deportivo por la dolorosa presión del dedo acusador!
Publicado bajo el epígrafe de Artículos dominicales, en Dietario en Red, el 13 de diciembre de 2009
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Las primeras golondrinas de la temporada le regalaron sus ruidosos cánticos,
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 118).
El camillero hubo de ayudarla a levantarse.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 117).
—Hoy los niños no se van al colegio. Hoy nadie sale de aquí. Están ahí fuera.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 116).
La mente del camillero se sumergió en una maraña de dudas.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 115).
—¿La has visto?
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 114).
—Normal. Todo ha ido normal.
—No me lo creo.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 113).
Pero el aire había cambiado de estrategia,
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 112).
Al camillero lo sacó del limbo una voz.
—Oye, ¿quieres dejar al muerto en pelota?
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 111).
—¿Pero qué te ocurrió ayer?
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 110).
Miró el cuello de su esposo.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 109).
—Creía que ya habíamos superado las influencias de la secta.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 108).
—No levantemos la voz… los críos.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 107).