Él se sienta sobre mis piernas, pero gran parte de su cuerpo descansa en sus rodillas, que se clavan en los cojines. Él me deja las manos libres y con las suyas expande hacia atrás mi cabello.
Fragmento perteneciente al relato titulado
«Doce campanadas de cálido carmesí» , del libro Cuentos agrios (pág. 62).