¡Recuerdo tantas cosas de aquella época! Los inviernos largos y muy fríos, más fríos que los de ahora, me parece; las tramontanas impetuosas, que a veces duraban ocho días, después de las cuales el país quedaba en un estado de fatiga y de palidez, como de convalecencia; las habitaciones glaciales de la casa con las baldosas nuevas que producían el mismo efecto que tener los pies sobre una barra de hielo, los carámbanos de hielo goteando de los balcones a la calle, el color rosado de la helada sobre las copas de los repollos del jardín, el ruido que hacía el viento en las chimeneas y el humo acre que despedían por la boca y que nos hacía toser; los días interminables de lluvia que pasábamos en los desvanes jugando a decir misa o mirando caer el agua con la nariz aplastada contra los cristales de la ventana y la mágica sorpresa de la nieve, silenciosa y quieta…
Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 28).
Escritos míos donde aparece Josep Pla:
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