Pienso, mientras tanto, en el señor Guardiola. ¡Un hombre extraño! Debe de tener unos cincuenta años. Es alto, lleno de carnes, macilento, rosado de cara, de ojos azulados. Escaso de pelo, lleva en la cabeza un plafón de cabellos engomados, como una peluca tenue. Todo su cuerpo irradia una impresión de cosa blanda, desprovista de consistencia. Soltero recalcitrante, vive con una hermana, una señora beata y ceremoniosa. Acompañado siempre por ella, su carrera ha consistido en una larga peregrinación a través de oficinas judiciales mezquinas… Su presentación, su manera de caminar, de hablar, de vestir, de gesticular, ha creado entre la gente la hipótesis de la vaguedad de su sexo. En este sentido su vida debe de haber sido muy dura, porque ha sido el hazmerreír de mucha gente. En su indumentaria hay tres elementos inconfundibles: el sombrero duro tornasolado por el exceso de aprovechamiento; el chaleco blanco con botones de nácar de una coloración rosada, una capa de esclavina con vueltas de terciopelo rojo. Caminando, tiene una manera de jugar con esas vueltas, tan femenina, retozona y llena de coquetería, que a veces hace pensar en alguna vieja cupletista, irrisoria y desbarajustada.
Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 36).
Escritos míos donde aparece Josep Pla:
Dietario en Red 2004-2006
Dietario en Red 2007-2008
Articulismo formal
Crónicas estivales
Mi cuaderno gris