El Ampurdán -oigo decir- es un país de lunáticos, de atolondrados, de dispersos, de alocados. Y es cierto.
Y también lo es que hay en este país mucha gente que se pasa la vida levandando objeciones, metiendo bastones entre las ruedas de toda persona interesada en llevar a cabo alguna iniciativa o que, en una u otra forma, se salga de la espesa rutina. Estas objeciones se construyen gratuitamente, al tuntún, la reticencia es permanente. Tanto si queréis matar los parásitos de los frutales como los escarabajos de las patatas, tanto si queréis acaban con las moscas de la villa como con la usura de los payeses, oiréis decir constantemente:
-¿Usted quiere hacer esto…? ¡Qué lo va a hacer! ¿Que estamos dormidos…? ¡No lo hará usted nunca…! ¡Desgraciado! No sabe usted lo que se dice…
En el fondo de todo desaforado, y en este país, quizá no hay más que un hombre debilitado y fatigado de sentirse tratado permanentemente de sopla-nubes y de bobo. Quiero decir que hay desaforados que no son más que hombres provocados.
Después están los desaforados constitucionales, los atolondrados marcados por una fuerza interna, los dispersos de profesión. Estos, sin embargo, son cosa muy diferente.
Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 50).
Escritos míos donde aparece Josep Pla:
Dietario en Red 2004-2006
Dietario en Red 2007-2008
Articulismo formal
Crónicas estivales
Mi cuaderno gris