-Adiós, Sonsoles, hasta luego.
La mujer ni levanta la vista de la costura.
-Adiós, Alfonso, dame un beso.
Sonsoles tiene debilidad en la vista, tiene los párpados rojos; parece siempre que acaba de estar llorando. A la pobre, Madrid no le prueba. De recién casada estaba hermosa, gorda, reluciente, daba gusto verla, pero ahora, a pesar de no ser vieja aún, está ya hecha una ruina. A la mujer le salieron mal sus cálculos, creyó que en Madrid se ataban los perros con longanizas, se casó con un madrileño y ahora que ya las cosas no tenían arreglo, se dio cuenta de que se había equivocado. En su pueblo, en Navarredondillas, provincia de Ávila, era una señorita y comía hasta hartarse; en Madrid era una desdichada que se iba a la cama sin cenar la mayor parte de los días.(…) Macario y su novia, muy cogiditos de la mano, están sentados en un banco, en el cuchitril de la señora Fructuosa, tía de Matildita y portera de la calle de Fernando VI.
-Hasta siempre…
Matildita y Macario hablan en un susurro.
-Adiós, pajarito mío, me voy a trabajar.
-Adiós, amor, hasta mañana. Yo estaré todo el tiempo pensando en ti.
Fragmento perteneciente a la novela de Camilo José Cela, La colmena (pág. 140).
Escritos míos donde aparece Camilo José Cela: