Usted, que es una lectora inteligente y benévola, habrá notado, con seguridad, que yo marcho en estos últimos libros de recuerdos a la deriva. No puedo seguir un rumbo seguro y navego caprichosamente a la buena de Dios. Respecto al título, la mayor parte de las historias y anécdotas que cuento aquí son pequeñeces.
También hay para mí algo serio en este volumen; pero como las bagatelas dominan y las escribo en otoño, les he dado este nombre: BAGATELAS DE OTOÑO, y perdone usted la impertinencia, si es que la hay.
(…)
Como le digo, este centón, casi completamente formado por anécdotas, quizá le parezca a usted algo más mediocre que los otros volúmenes anteriores, que se ocupan de cuestiones de historia y de literatura; pero yo no creo que un libro sea bueno o malo sólo por el género que trata. (…) En este libro hay muchas anécdotas oídas; otras, contadas y pocas leídas.
Este libro, final de estas Memorias, es como una función de fuegos artificiales de aldea cuando comienzan a sonar los chupinazos, se levantan en la noche cohetes brillantes y va dando vueltas en la oscuridad una serpiente luminosa, que al último queda reducida a unas chispas que giran alrededor de unas aspas de caña.
Yo no sé si servirá para pasar el rato. Si sirve para eso, es bastante. Está uno viejo y gaga con poca fibra.
Ya que no puede uno dedicarse a grandes especulaciones, diremos, como el abate Swift: ¡Viva la bagatela!
Fragmento perteneciente al libro de Pío Baroja, Bagatelas de otoño (pág. 7).
Escritos míos donde aparece Pío Baroja:
Dietario en Red 2004-2006
Dietario en Red 2007-2008
Articulismo formal
Mi cuaderno gris