Las sardinas y las mujeres (con Josep Pla)

Las sardinas como condumio que lleva a la mujer en Josep Pla

Sardinas con mujeres.

Cenamos en la taberna de Mata. La Conxita aparece con una inmensa fuente de sardinas a la brasa: gordas, frescas, vivas. En las escamas tocadas por el fuego, el aceite brilla de una manera mortecina y densa. De las escamas azuladas, la luz del mechero de gas saca puntos rutilantes, como un brillante hormigueo. Comemos una cantidad desorbitada de sardinas. La absorción de sardinas a la brasa produce en mi organismo una intensa segregación sentimental. Las sardinas me hacen chorrear los sentimientos, me debilitan la razón y pueblan mi imaginación de formas llenas de gracia. Este fonómeno es en mí tan objetivo que a veces he pensado si los estados de esponjamiento sentimental y poético de los celtas no podrían provenir de la importancia que en su alimentación tienen las sardinas.

Después de una infinidad de declamaciones humanitarias y cordiales, volvemos de madrugada, una madrugada fina, filtrada, de piel de seda, cielo de color de ajenjo sobre el cual se recortan las cosas con un sintetismo de estampa. El vientecillo de tierra es vivo y nos aclara la cabeza. Ahora sería el momento, quizá, de pasar un rato con una mujer malcasada, accesible, generosa y amable.

(…) Larga conversación con Gallart, Coromina, Frigola. El tema de casi siempre: las mujeres. Los dos primeros vienen a decir, en definitiva, que como las mujeres no hay nada en el mundo. Tanto el uno como el otro son enamoradizos de casta y se derriten ante la ropa interior de las mujeres. Las pasiones del amor van ligadas, quizá, a una cierta petulancia temperamental. (…) Con las mujeres, con la generosidad de las mujeres para el amor, ocurre aproximadamente igual. Hay un tanto por ciento preciso, estadístico, cada año, de generosas; las otras son inasequibles, intocables. Respecto a estas, todas las apariencias engañan.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 100).

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El nacionalismo y Pío Baroja (y XVI)

(El nacionalismo y Pío Baroja, decimosexta y última entrega)

Baroja paseando en el Retiro madrileño, de la serie "El nacionalismo y Pío Baroja"

Pío Baroja en el Parque del Retiro de Madrid.

Peor aún que la doctrina nacionalista me parece el procedimiento de los catalanistas. ¿En dónde, en qué está legitimada la campaña antiespañola que ha hecho durante muchos años el catalanismo? Yo he visto en periódicos extranjeros cómo se insultaba a los españoles estúpidamente, y sabía de dónde salían esos artículos publicados en periódicos italianos y franceses; he visto disfrazar la historia y la antropología, y todo con móviles mezquinos y bajos.
(…) Hoy, al lado del sabio, no está el sacerdote, ni el guerrero; hoy, al lado del sabio, marcha junto a él, muchas veces delante de él, el revolucionario. Alguno preguntará: ¿Qué consecuencia se puede deducir de sus palabras? La consecuencia que yo obtengo es esta: Cataluña es, hoy por hoy, un pueblo grande, un pueblo culto, que no ha encontrado los directores espirituales que necesita; que no ha encontrado sus escritores, ni sus artistas, porque una nube de ambiciosos y petulantes, más petulantes y ambiciosos que los que padecemos en Madrid, han venido a encaramarse sobre el tablado de la política y de la literatura y a pretender dirigir el país. Estos geniecillos pedantescos, estos Lloyd Georges de guardarropía, son los que necesitan cerrar la puerta de su región y de su ciudad a los forasteros; son los que necesitan un pequeño escalafón cerrado, en donde se ascienda pronto y no haya miedo a los intrusos; son los que quieren reservarse un trozo de tierra, hoy que nosotros creemos que la tierra debe ser de todos. ¿Y el remedio?, preguntará el que esté conforme conmigo. El remedio es uno: destruir, destruir siempre en la esfera del pensamiento. No hay que aceptar nada sin examen; todo hay que someterlo a la crítica: prestigios, intenciones, facultades, famas…
(…) Voy a concluir, porque estoy cansado de tener la pluma entre los dedos. No pretendo ser exacto; sé que soy arbitrario, pero me basta con ser sincero. Yo no llamo revolución a herir o a matar; yo llamo revolución a transformar.
(…) Que nuestra inteligencia sea como la reja que destroza la dura corteza del suelo. Que nuestro sentimiento crítico sea como el ojo del labrador que sabe distinguir la cizaña del trigo. Destruid y cread alternativamente y el porvenir de España y el porvenir de Cataluña será nuestro.

Fragmento perteneciente al libro de Pío Baroja, Momentum catastrophicum (pág. 100).

Escritos míos donde aparece Pío Baroja:
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