Dos días completos, desde antes del amanecer, me ha llevado la «traducción» del primer acto de LA CELESTINA.
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Ya se puede descargar LA CELESTINA. PRIMER ACTO
Texto adaptado al castellano moderno por Antonio Gálvez Alcaide
LA CELESTINA. PRIMER ACTO es la segunda entrega de la adaptación al castellano moderno de LA CELESTINA, realizada por el escritor barcelonés Antonio Gálvez Alcaide
En LA CELESTINA. PRIMER ACTO aparecen los principales personajes de esta obra maestra. Pocas veces la literatura ha conseguido describir, con tanta exactitud, las pasiones humanas como se ven en este primer acto. Como son, entre otras, las aflicciones del amor apasionado no correspondido, desde la boca del señor Calisto; así como la terrible fama de la mujer, como herencia cultural clásica, que minuciosamente relata la boca del criado Sempronio. Desde este primer acto, resulta sorprendente la agudísima inteligencia de la vieja Celestina, cuya firmeza psicológica penetra, sin remedio, sobre cualquiera de sus interlocutores. LA CELESTINA. PRIMER ACTO es un completo y ferviente espectáculo, una lección literaria de primer orden.
Novedad de diciembre de 2016:
LA CELESTINA, al completo, también en formato papel, desde Amazon.
La Celestina, en castellano actual, en formato papel
De todas las crónicas de viajes que he escrito, Ávila es la que más trabajo me ha costado. Su narración nunca se terminaba. Así un día, y otro, hasta tal extremo que tuve que tomar una decisión extrema, dadas las cercanías de mi vuelta a las clases. Y esa decisión no ha sido otra que la de enclaustrarme en casa y no salir a la calle para nada. Para nada, en el sentido literal de la palabra.
Así es, he estado encerrado en casa, durante una semana exacta, sin salir, siquiera, a comprar el pan (sabiendo cómo me las gasto, ya me avituallé con antelación).
Ávila es la crónica de viajes más extensa que me ha salido hasta la fecha. He de decir también que jamás he hecho tantos kilómetros a pie en una misma ciudad. Y que no me he dejado nada en el tintero.
He invertido casi toda la mañana en la visita al monasterio de la Encarnación, donde estuvo viviendo la poeta Teresa de Ávila, o santa Teresa de Jesús, durante treinta años; y donde estuvo cinco, el poeta Juan de Yepes, o san Juan de la Cruz, como confesor de la Santa y de toda la congregación. He hecho cientos de fotografías. Allí se respira libertad. Al visitante lo dejan en paz. Tengo mucho escrito en la libreta.
Poco antes de visitar el monasterio de Santo Tomás, me he pasado por unos cuantos palacetes (el palacio de los Serrano, la mansión de los Deanes, el palacio de los Almarza, el palacio de los Ochoa Aguirre o Superunda) y una iglesia románica, la de Santo Tomé, que debería incluirse en la ruta teresiana. Incluso he tenido tiempo para la alucinación, debido a lo que me he encontrado, por casualidad, en el Colegio de Abogados de Ávila.
De todos los edificios civiles que se conservan en Ávila, el palacio de los Dávila es el más vistoso, el más espectacular (los otros no me gustan). Fíjense en el matacán. Hay más cosas a destacar, evidentemente.
En este edificio de aspecto tan austero y fachada tan simple fue bautizada, el 4 de abril de 1515, Teresa de Ávila, o santa Teresa de Jesús. Dentro se puede ver la pila bautismal. Este edificio está ubicado justo al lado del Mercado Chico, una plaza cargada de historia.
Menuda se lio en esta parte de las murallas de Ávila, el Teso del Carmen, en el espacio de mi novela titulada COMO LAS VÍBORAS. En esa ocasión, también en mi anterior visita, estaba toda esta bajada nevada. Efectivamente, se me nota en la cara un buen grado de complacencia. Aquellos tiempos, aquellas imposturas.
El atrio de la guerrera catedral de Ávila ofrece cierto detalle oculto. Todo es cuestión de fijarse un poco, tampoco demasiado. Detrás de mí aparece uno de los dos guerreros salvajes que flanquean la entrada. Curioso el interior.
Según mi parecer, y mis gustos, la basílica de San Vicente es la joya de la corona de toda Ávila. Por fuera, es una pieza de orfebrería perfectamente conservada; por dentro, entre otras huellas sorprendentes, posee el cincelado románico más impresionante que mis ojos han visto.
La plaza de Santa Teresa de Jesús (la antigua plaza del Mercado Grande) da mucho juego en Ávila. Ya ando como loco por escribir, de lleno, sobre todo lo que estoy encontrando, y reencontrando, en esta ciudad. Al fondo se ve una de las más poderosas, y vistosas, puertas de las murallas, la puerta del Alcázar.
Aquí, una de las fachadas laterales de la iglesia románica de San Pedro. Efectivamente, aquel edificio en cuyo interior se cometieron las impronunciables aberraciones con el joven Frankie, en mi novela de Ávila titulada COMO LAS VÍBORAS. Estre otros vestigios, este edificio tiene un interesante asunto en su rosetón.
Esta puerta de las murallas de Ávila, la puerta de la Malaventura, la he encontrado inexplicable y absolutamente cambiada. El cambio me ha dejado boquiabierto, cabreado. Los motivos los dejaré escritos, por supuesto. Fíjense en el barrido caminito que hay hasta ella: por ahí van los tiros… que me han dado de lleno.
En la ermita de San Segundo.
Esta ermita estuvo cerrada en mi anterior visita a Ávila,
hace quince años.
Qué fresquito hace dentro, mmmmmm, qué fresquito.
Al fondo se ven un maderamen medieval
y un señor lleno de flechazos,
en franca tortura.
Les presento la primera parte de mi adaptación al castellano actual de la novela EL BUSCÓN, de Francisco de Quevedo.
Disfruten de este espectáculo inédito.
Con las siguientes tres entregas de Milagros de Nuestra Señora (Los dos hermanos, El nuevo obispo de Pavía. El prior y el sacristán, El labrador avaro. El clérigo simple), doy por concluida una primera fase de las traducciones al castellano moderno de la obra de Gonzalo de Berceo. ¿El motivo? La elección del tiempo. ¿Que qué he elegido? Quedarme, durante todo el verano, ni más ni menos que con don Francisco de Quevedo. ¿Que de qué manera? Traduciendo su novela titulada El buscón. ¿Y algo más? Sí, algo que me hace sentir lo bien que me circula la sangre por las venas, en relación al maestro Quevedo, y que anunciaré en el momento oportuno.
Sigan ustedes atentos a la pantalla, y buen verano tengamos todos.
Continúa engrasada la maquinaria de la «traducción» al castellano moderno de los Milagros de Berceo.
Ahora, con El romero de Santiago (la castración de un peregrino que se dirigía a la Santiago de Compostela medieval); y con El ladrón devoto. San Pedro y el monje.
Estos personajes medievales no se andan con chiquitas. Menudos son.
¡Pero qué placentero trabajo! ¡Mucho trabajo!
Sí, efectivamente, me estoy apropiando de lo más granado de la literatura española.
¡Qué gran hornor! Podía haberle tocado a otro, pero me ha tocado a mí.
También, cómo no, liado con LA CELESTINA,
en castellano moderno.
LA CELESTINA: DEL AUTOR A UN AMIGO. PRÓLOGO es la primera entrega de la adaptación al castellano moderno de LA CELESTINA, realizada por el escritor barcelonés Antonio Gálvez Alcaide..
En LA CELESTINA: DEL AUTOR A UN AMIGO. PRÓLOGO aparece la intención de Fernando de Rojas a la hora de escribir esta obra, así como el prólogo a su segunda y definitiva edición, con el acróstico de su nombre y su lugar de procedencia. En LA CELESTINA: DEL AUTOR A UN AMIGO. PRÓLOGO ya se aprecia la fina agudeza del autor.
Por fin se ha roto el hielo. Ya he iniciado la narración sobre la vida de Jesucristo. Ayer escribí un brevísimo exordio; hoy me centro en Nazaret. El asunto me parece tan ingente como atractivo. Podría llevarme años. Ya se verá. Lo importante es que este fin de semana se ha roto el hielo.
Ya lo tengo decidido, y en firme: voy a escribir sobre la vida de Jesucristo. Quien conoce mi narrativa, posiblemente espere, antes que otra cosa, transgresión; y casi al mismo nivel, un realismo descriptivo desorbitado, una fantasía soberbia, siempre sensible al plano poético. Por ahora únicamente puedo adelantar que sólo tengo la intención de la escritura sobre Jesús de Nazaret, que todavía no he decidido su registro lingüístico, que estoy releyendo el Nuevo Testamento, un Nuevo Testamento, el mío, completamente anotado a lápiz. Efectivamente, aquel Antonio de hace más de una década está ayudando al Antonio actual.
Ayer me enteré de la inauguración de una nueva página web, se llama hemeroteca.abc.es. Pues bien, o parece que han rehecho los ejemplares de ABC al libre albedrío de algún maniático, o parece que, por la cara, se han quitado de encima a infinidad de articulistas. Porque tanto yo, como otros muchos, muchísimos, no aparecemos. Diez artículos míos tiene el diario ABC. Y ninguno sale a relucir. Diez artículos en diez ejemplares de periódicos que guardo en el baúl de los recuerdos. De cuando me vi en la necesidad de colaborar con la prensa, como único medio de promoción literaria. Tenía dos libros publicados por aquel entonces. Qué tiempos. Menos mal que la promoción literaria de los escritores del siglo XXI ya no depende, en exclusividad, de las editoriales y de la prensa. Los escritores del siglo XXI dependen de sí mismos, exclusivamente de sí mismos en la mayor parte del porcentaje que existe. Internet como fuente de liberación. Ya he hablado de eso en Dietario en Red.
Vaya, vaya, menudo lío se ha hecho la hemeroteca de ABC para Internet. Sus ejemplares no son reales. Sus ejemplares están equivocados. No sé si con aviesa intención. En cambio, mis cuentos del semanario Blanco y Negro sí aparecen. Tanto «Después del sueño» (1 – 2 – 3) como «Anhelos y luces» (1 – 2 – 3) pueden leerse en la versión que les mandé. Como se sabe, ambas historias pertenecen al libro Cuentos agrios.
La hemeroteca de ABC para Internet. A través de ella, el lector curioso que me sigue podrá leer la primera edición de estos dos cuentos míos. Cosa que recomiendo, como es natural.
Cuando escribí mi primer cuento hispanoamericano, «Eduvigis Lindavista», hace exactamente veinte años, en agosto de 1989, no sabía que mi niña Eduvigis daría pie a todo un libro de contenido y forma, de paisajes y espíritu hispanoamericanos. Por aquel entonces, lejos quedaba la lengua española de América; muy remota, la vivísima respiración del paisaje hispano; completamente ajeno, aquel conjunto de países transoceánicos, con el brutal y miserable establecimiento de muchos de sus gobiernos, tanto del pasado como del presente. Lo único que me resultaba consustancial sobre aquel mundo era la capacidad de conexión con las almas de los personajes hispanos de mi propia inventiva, unas almas encerradas en unos marcos paralelos, reconocibles, de ciertas realidades hispanoamericanas. Así que a través de mis propios personajes, fui consciente de una sensibilidad muy profunda hacia lo que es y significa Hispanoamérica. Desde entonces me interesó su pasado, su presente, su futuro, casi tanto como la realidad de mi propio país. Ciertamente hay un lazo de unión entre Hispanoamérica y España.
Como digo, no pude sustraerme a la fuerza dramática de aquellas gentes, a la mole bestial de sus paisajes. Parecía que mi primer personaje hispano, la niña Eduvigis, una niña de siete años muerta «en olor de santidad», una niña santa, tiraba de mi mano con su poderosísima energía, que avivaba mi intuición narrativa, que transformaba mi tonalidad lingüística de español en tonalidad lingüística de americano, para la que no desdeñé muchos usos y registros andaluces. En aquel torrente de imaginación narrativa que cayó sobre mí, y que duró seis años, entre periodos de duermevela y agitación entusiasta, no estuve solo. La tradición literaria, con su impresionante fuerza, tiró de mí casi tanto como la niña Eduvigis. Hay tres nombres: Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Ramón María del Valle-Inclán. Aquí están los tres autores que me empujaron, que representaron por aquella época todo un sano y escalofriante pique de escritor. Para qué ocultarlo. Mi intención era igualar o superar la imponente obra literaria de los tres grandes maestros citados. No hay que reírse de mi atrevimiento. Uno era joven y tenía la potra siempre tiesa. Así que mi osadía hay que englobarla en ese contexto, en el de la inocencia que acarrea la juventud. Qué tres grandes escritores. Dentro del registro hispano, el más grande, y con mucha diferencia, es Juan Rulfo, que tuvo la forma, el fondo, la poesía, el coraje narrativo en la masa de la sangre.
Esta edición de Relatos del fuego sanguinario y un candor es la segunda. Se trata de una edición revisada, corregida y ampliada, como dirían los tratadistas. De sus diez historias, sólo dos fueron galardonadas con premios literarios. Y eso fue así porque con la ingenuidad de la juventud, los escritores mandan a concursar sus obras, por comprobar con cierto morbo qué hacen con ellas. Fueron premiados los relatos «Eduvigis Lindavista», con el I Premio Teruel de Relatos, en octubre de 1989, apenas dos meses después de su punto final, y «Justinita la Idolatrada», que fue Hucha de Plata en 1993, en el XXVIII Concurso de Cuentos Hucha de Oro. Relatos del fuego sanguinario y un candor. Ya está aquí su segunda edición. Cuántos años sin bucear, de nuevo, en aquellos ambientes de mi creación. He de confesar que cuando comencé a leer la primera de sus historias, para las galeradas, se me puso la piel de gallina con la descripción del nacimiento de la niña Eduvigis. Hay que ver lo que los escritores son capaces de escribir guiados por la ufana batuta de su juventud, por el sano veneno que te permite intentar emular los grandes logros de los mejores maestros.
Aquí estampo la segunda edición, veinte años justos después de finalizado su primer cuento, diez años después de que otro de mis personajes, Salvador Hurtado, el protagonista de la novela El solitario, viera en sueños a la niña santa, un asunto que me hizo pensar sobre si la niña Eduvigis, más que un cuento y el protagonismo esporádico en la saga de sus historias, podía merecer su propia novela. Todo un asunto que me abrumó, por el colosalismo de la ingente dificultad que conlleva. Bien es cierto que nunca se sabe lo que un escritor puede dar de sí. Pero a día de hoy, uno conoce perfectamente lo que la disponibilidad del tiempo concede, un tiempo que quema sus minutos, que los encrespa, un tiempo que me hace comprender la imposibilidad de superar, sobre la niña santa, lo que ya tengo escrito.
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