La espina de la añoranza retrocede en el tiempo.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (y pág. 182).
La espina de la añoranza retrocede en el tiempo.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (y pág. 182).
Innumerables pisadas dejaron grabadas, en las baldosas, la historia de sus vidas.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 172).
Se trataba de una enorme estampa enmarcada con la imagen de Jesucristo.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 162).
Súbita calma
—Podéis dormir en paz.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 152).
—Sólo son tres locos más de los que hay por ahí, con muchas ganas de armar cizaña —afirmó Salvador por suavizar el carraspeo de la situación creada.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 142).
El bar California, entre desgastados comentarios de perplejidad, retomó el proceso imparable de la noche.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 141).
—¡¡¡QUE REVENTAMOS!!! —dijo uno de ellos saltando hacia el otro lado del mostrador—. ¡¡¡QUE ESTOY A PUNTO DE REVENTAAAAR!!!
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 140).
La pareja de retacos se echó a un lado. El pelaje de los tres gigantones era tan pintoresco que la escasa congregación no le quitaba ojo.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 139).
—Oye —dijo Pepe a su novia al observar que disminuía su atención—. Atiende a lo que voy a decir: Salva, el que está a punto de cruzar esa puerta, hace un rato ha resucitado a un medio muerto en mi escalera.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 138).
La paupérrima densidad nocturna del bar California parecía café aguado.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 137).
—¿Habéis visto la plaza? —preguntó Fede.
Se refería a la plaza Orwell. Pepe y su novia despacharon una mueca de extrañeza.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 136).
Sólo le faltaron once minutos para estar muerto. Se quedó fulminado en su primer infarto de miocardio.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 135).
—¿A ver? ¿Me dejan? —preguntó Salvador haciéndose paso—. Despejen. ¿A ver?
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 134).
El individuo yacía sobre las escaleras, en un estado de incuestionable agonía.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 133).
—Ya has comprado este edredón. ¿Una tele? ¿Para qué?
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 132).
—Entonces, ¿la Historia Sagrada?
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 131).
Miró el nimbo de Dorita, sus cabellos de amarillo taxi barcelonés, la preciosidad que le otorgaban sus ojos de verde paloma.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 130).
Quedó absolutamente desnuda. No tenía reloj, ni pulseras, ni oros ni platas pendiendo de su cuello.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 129).
—Vale, vale. Buscas la profundidad. A ver cómo te lo digo para que me entiendas. Soy una especie de… No… Soy, más o menos, para que tú me entiendas, tu ángel de la guarda.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 128).
—Oye, cuando te conocí aquella noche ibas vestida igual que ahora.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 127).