Hoy ha saltado la noticia. Ayer por la mañana murió Juan Marsé. Reconozco que me hubiera gustado intercambiar con él algunas palabras, pocas, ya que a mí me gusta mucho el apartamiento. Nunca se cruzaron nuestros caminos. Con Francisco Umbral sí que me crucé, en una ocasión. Con Camilo José Cela me crucé en tres ocasiones, y en una de ellas nos estrechamos la mano.
Juan Marsé sale en mi obra literaria. Lo cito en uno de mis artículos publicados en ABC, en el que se titula “Sensaciones”, y aparece en otro, titulado “El premio Planeta”, ambos recopilados en el libro Articulismo formal, publicado el mes pasado.
Como digo, me hubiera gustado intercambiar con Juan Marsé algunas palabras, pocas. Ahora tendrá que ser como las palabras que intercambié con Camilo José Cela, publicadas en la crónica “En la tumba de Camilo José Cela”, perteneciente, también, al libro misceláneo Articulismo formal.
A uno le van las letras, incluso en la sopa. Algunas veces me alimento con sopa de letras, aun sabiendo que pasado un tiempo he de evacuarla. La necesidad obliga («miseria homini»). Letras y más letras. Letras en berrinche, letras en desbandada, letras delicadas, letras afiladas, letras ensopadas, letras papanatas, letras para dar y vender.
Fragmento inicial del artículo «Un texto plagado de kas», perteneciente al libro Articulismo formal (pág. 29, Morfeo Editorial, Barcelona, junio, 2020), ya en preventa.
Palacio de Fernán-Núñez, Madrid, en 1991. En ese instante, tenía a mis espaldas, en el graderío, a Francisco Umbral; y a tres o cuatro metros, en el centro de la mesa a que me dirigía, a Camilo José Cela, que disfrutaba de la reciente concesión del Premio Nobel.
Recogía mi galardón en el XXV Premio de Narraciones Breves Antonio Machado, por el relato titulado La molondra de don Peliforte. Está publicado en el recopilatorio Curación milagrosa, por la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, editorial radicada en Madrid. Tiene dos ediciones. La primera, de 1992; la segunda, de 1998. Veamos el Prólogo de esta segunda edición:
“Un acontecimiento importante, la inauguración por los Reyes de España de la sede de la Fundación Camilo José Cela en Iria Flavia, propició que la concesión del XV Premio de Narraciones Breves “Antonio Machado” volviese a tener como marco –al igual que el año anterior, en que la Fundación de los Ferrocarriles Españoles entregó la vieja locomotora Sar, más conocida por “Sarita” desde tiempos inmemoriales por todos los habitantes de la comarca- la noble tierra gallega de Padrón.
En la mañana del 11 de junio de 1991, bajo un sol de justicia y entre numerosísimos invitados, Don Juan Carlos y Doña Sofía presidieron el solemne acto en la Casa de los Canónigos y, por la tarde, el Jurado del decimoquinto “Antonio Machado” se reunió en un restaurante cercano, que inauguró a su vez una sala noble que lleva el nombre del escritor padronés. El Jurado, presidido por Camilo José Cela, estuvo formado en esta ocasión por Joaquín Calvo Sotelo, Salvador Clotas, Mercè Sala, Mariano Tudela, Francisco Umbral –ganador de la anterior edición con su cuento “Tatuaje”- Darío Villanueva y Luis Vélez Riesco, que actuó como secretario.
Entre las diez narraciones seleccionadas -de las más de dos mil recibidas- la calidad literaria se mostraba a excelente altura, lo que dio lugar a que las deliberaciones de los miembros del Jurado se extendiesen por bastante tiempo».
La tercera edición de La molondra de don Peliforte pertenece a Cuentos agrios.
Elogio de la paja masculina. Espoleado por el genial seudónimo Fornicata, y por la cita de su error reconocido (“Eran demasiado evidentemente fantasías de pajero cuarentón”), me dispongo a incluir una entradilla que, por su lógica, puede sonar a contenido consabido.
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