Miró el nimbo de Dorita, sus cabellos de amarillo taxi barcelonés, la preciosidad que le otorgaban sus ojos de verde paloma.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 130).
Miró el nimbo de Dorita, sus cabellos de amarillo taxi barcelonés, la preciosidad que le otorgaban sus ojos de verde paloma.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 130).
Quedó absolutamente desnuda. No tenía reloj, ni pulseras, ni oros ni platas pendiendo de su cuello.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 129).
Consiguió agarrarse a los pelos de la que fue amenazada compañera del difunto.
—¡¡¡ASQUEROSA!!!… ¡¡¡PUTASQUEROSA!!!
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 92).
Junto a la paulatina recuperación de su conciencia, notó cómo se acrecentaba el grosor de la escarcha que se le había adherido en la piel.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 46).
A Salvador, liado en su manta, sólo se le veía la cabeza, que parecía un rastrojo de barba y pelambrera.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 28).
Llevaba un mes sin afeitarse. Le crecieron pelos de loco, unos pelos tiesos y desorientados, escarolados y enredados. Una mañana se percató de que no temblaba de miedo, sino de frío, y sospechó que había perdido la noción del tiempo.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 27).
La noche se endurecía entre los adornos de sus carámbanos. El niño observaba cómo se cuajaban los charcos.
Fragmento perteneciente al relato titulado
«Temblor de invierno» , del libro Cuentos agrios (pág. 113).
Los antiguos amigos, después de la larga cacería del mochuelo, se olvidaron de lo que dejaban atrás, al borde del cementerio. Los carámbanos del cielo tiraron de ellos hacia lo calentico de sus casas.
Fragmento perteneciente al relato titulado
«Temblor de invierno» , del libro Cuentos agrios (pág. 112).
Más que nunca deseaba la soledad de su monte. Los niños se relamían en la picante y gustosa crueldad.
Fragmento perteneciente al relato titulado
«Temblor de invierno» , del libro Cuentos agrios (pág. 111).
Al niño endeble lo obligaron a caminar hasta las inmediaciones del cementerio.
Fragmento perteneciente al relato titulado
«Temblor de invierno» , del libro Cuentos agrios (pág. 110).
Su pelo mojado se rizaba en las modulaciones del agua
Fragmento perteneciente al relato titulado
«Entre dos fuegos» , del libro Cuentos agrios (pág. 13).
Cualquiera lo diría, siempre encuerada en mi casa
Fragmento perteneciente al relato titulado
«En un rincón oscuro» , del libro Relatos del fuego sanguinario y un candor (pág. 49).
Parece que la esté viendo allá encimita de la loma
Fragmento perteneciente al relato titulado
«En un rincón oscuro» , del libro Relatos del fuego sanguinario y un candor (pág. 46).
Acá me muero con mis pensamientos, y con este frío de los hielos del carajo.
Fragmento perteneciente al relato titulado
«En un rincón oscuro» , del libro Relatos del fuego sanguinario y un candor (pág. 45).
Todo era muy helado y oscuro. No se adivinaba ni la arena que pisaban.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «El itinerario» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 52).
El sueño llama a la puerta. El cine, el banco y la poca luz son unas compañías muy gratas.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «Sobre los escombros» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 42).
Escucho una frase. Cuando levanto los ojos, la muchedumbre de siempre camina con la misma cara de siempre, evitando mis ojos.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «Sobre los escombros» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 39).