De actualidad, en TodoLiteratura,
mi libro de cuentos
Relatos del fuego sanguinario y un candor.
¡Gracias!
De actualidad, en TodoLiteratura,
mi libro de cuentos
Relatos del fuego sanguinario y un candor.
¡Gracias!
Disponible, la reedición de mi primer libro publicado:
RELATOS DEL FUEGO SANGUINARIO Y UN CANDOR.
–Calambur Editorial, 1997 – Morfeo Editorial, 2020–
EDUVIGIS LINDAVISTA, cuento perteneciente a Relatos del fuego sanguinario y un candor, disponible en iBookstore.
EDUVIGIS LINDAVISTA es un relato, la historia sobre cuyo personaje principal gira todo un libro de cuentos: RELATOS DEL FUEGO SANGUINARIO Y UN CANDOR. En EDUVIGIS LINDAVISTA se desarrollan los primeros años de vida de una niña santa que nació del pecado, la niña Eduvigis. Dejemos en palabras de su autor lo que representa este personaje en su trayectoria narrativa: «Parecía que mi primer personaje hispano, la niña Eduvigis, una niña de siete años muerta ‘en olor de santidad’, una niña santa, tiraba de mi mano con su poderosísima energía, que avivaba mi intuición narrativa, que transformaba mi tonalidad lingüística de español en tonalidad lingüística de americano, para la que no desdeñé muchos usos y registros andaluces».
EDUVIGIS LINDAVISTA
también se puede adquirir en
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Luego se secó con una toalla algo tiesa que le raspó la piel.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 52).
Y se topó con un ojo absolutamente ensangrentado, de rubí intenso, enardecido por los destellos que le procuraban las lágrimas.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 51).
—Mírame los labios —dijo Magdalena—, los tengo cocidos, llagados.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 43).
—¿Y por qué tienes ganas de llorar? ¿Qué te pasó?
—Todo está muy triste y muy feo. ¿Tú no te das cuenta de eso?
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 42).
Surgió una reducida lengua de agua que provenía de debajo de la cama, como si acabara de derramarse un vaso. Poco después, la manta extendida sobre la colcha empezó a hincharse. Se apreciaba la fisonomía ovalada de una cabeza y de unos hombros.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 29).
A Salvador, liado en su manta, sólo se le veía la cabeza, que parecía un rastrojo de barba y pelambrera.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 28).
Llevaba un mes sin afeitarse. Le crecieron pelos de loco, unos pelos tiesos y desorientados, escarolados y enredados. Una mañana se percató de que no temblaba de miedo, sino de frío, y sospechó que había perdido la noción del tiempo.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 27).
La muchacha, sola, se mecía casi imperturbable.
Fragmento perteneciente al relato titulado
«Después del sueño» , del libro Cuentos agrios (pág. 26).
La muchacha pensaba que su corazón lloraba lágrimas de fuego
Fragmento perteneciente al relato titulado
«Después del sueño» , del libro Cuentos agrios (pág. 24).
Las pestañas de férreo luto se condensaban en unas cuantas fracciones que concluían en una afilada punta.
Fragmento perteneciente al relato titulado
«Después del sueño» , del libro Cuentos agrios (pág. 22).
Ella pensaba que era disminuida. Todas las mañanas, al abrir por primera vez sus ojos de luto, ella pensaba que era disminuida, disminuida psíquica o algo así, pero sólo un poco.
Fragmento perteneciente al relato titulado
«Después del sueño» , del libro Cuentos agrios (pág. 21).
Llegaron a tener el cerebro tan caliente que incluso sin el corazón en su pecho, consiguieron recordar la sonrisa de un ataúd de cristal.
Fragmento perteneciente a
UNA NIÑA PERDIDA EN EL MAR.
RELATOS DEL FUEGO SANGUINARIO Y UN CANDOR.
El cura de la aldea era verriondo y siempre gastaba sotana negra.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «Eduvigis Lindavista» , del libro Relatos del fuego sanguinario y un candor (pág. 16).
Esta madre va ya por el tercer vahído a voz en grito, y siempre precedido por el mismo quejido.
Texto perteneciente a la novela titulada EL PASEO DE LOS CARACOLES (pág. 37).
Cuántas lágrimas han brotado a lo largo de los tiempos.
Texto perteneciente a la novela titulada EL PASEO DE LOS CARACOLES (pág. 36).