Diciembre, diciembre…

Aquel diciembre…
Lo vuelvo a repetir:
Ana, Rocío, con todo mi cariño por delante.

Nochevieja

El viejo profesor, el último día del año, se levanta a las cinco y media de la madrugada. Tiene ganas de escribir. No escribe desde el 23 de diciembre, el día del cólico hepático. Y no es porque no le hayan apretado las ganas, sino porque no ha contado con el tiempo suficiente para hacerlo: sus dos novias, que lo llevan de cabeza, de un lado para otro, como un zarandillo, siempre  con la caricia pronta y los besos desbordados. Todo un placer que desgasta la suela de sus zapatos desde hace ya más de tres semanas, un placer dentado que empieza a inflar su vacío globo de los remordimientos. Y hoy es Nochevieja.

Fragmento perteneciente a las memorias noveladas de la serie El viejo profesor

Cierta inquietud, con viento

Un cielo violeta, bajo una amanecida de domingo, la del 18 de diciembre.  Recién abofeteado por la fuerza del viento, el viejo profesor abre la puerta de su casa. Piensa que parece un zarandillo.

Fragmento perteneciente a las memorias noveladas de la serie El viejo profesor

De fiesta y con suerte

El viejo profesor, tras cinco días completos y consecutivos de fiesta, llega a la conclusión de que está algo confuso. Es un domingo de madrugada cuando entra en su casa del extrarradio de Barcelona. Le parece mentira encontrarse ya a día 11 de diciembre de 2011. Los días vuelan mucho más veloces que antes. Enciende una estufa eléctrica, su estufa de toda la vida. Se sienta en su sofá, su sofá de toda la vida.

Fragmento perteneciente a las memorias noveladas de la serie El viejo profesor