De actualidad, en TodoLiteratura,
mi libro de cuentos
Relatos del fuego sanguinario y un candor.
¡Gracias!
De actualidad, en TodoLiteratura,
mi libro de cuentos
Relatos del fuego sanguinario y un candor.
¡Gracias!
Disponible, la reedición de mi primer libro publicado:
RELATOS DEL FUEGO SANGUINARIO Y UN CANDOR.
–Calambur Editorial, 1997 – Morfeo Editorial, 2020–
EL INDIANO ZACARÍAS, cuento perteneciente a Relatos del fuego sanguinario y un candor, disponible en iBookstore.
EL INDIANO ZACARÍAS es una historia de bandoleros y de amor. En EL INDIANO ZACARÍAS se desarrolla la última correría del Zacarías, un bandolero hispanoamericano de origen español, una última correría subestimada al amor y a la perdición. EL INDIANO ZACARÍAS es un cuento que pertenece al libro RELATOS DEL FUEGO SANGUINARIO Y UN CANDOR.
EL INDIANO ZACARÍAS
también se puede adquirir en
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—Totalmente real —continuó Salvador—. Fue la mortaja de Jesús de Nazaret. Y en ella no sólo se aprecia ese rostro que veis, sino toda la silueta de su cuerpo, grabada a fuego.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 120).
Se incomodó como si le hubieran propinado un pellizquito y exclamó:
—¡La cara de un muerto!
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 119).
A Salvador le brotó, por segunda vez a lo largo del día, una sonrisa ancha, sin ataduras.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 106).
—¿Y quién eres tú para que la lluvia te haga caso? —preguntó Magdalena con un inconfundible tono de incredulidad, matizado por un hilo de incipiente divertimento.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 105).
Las risas y los juegos giraron por toda la vivienda como ositos de peluche ensalzados, apretados.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 104).
Pensó que a un bendito se le debía todo el respeto posible, que no se le podía gritar ni de lejos ni de cerca, ni desde la distancia del váter.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 103).
Ascendió la mirada de Magdalena y descubrió, en el techo, el mismo rostro barbado, de exactas proporciones.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 100).
—Y ya ves cómo ha terminado. ¿Se sabe si lo han matado? ¿O si él mismo se tiró al mar, completamente cansado de vivir? ¿O si fue un accidente?
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 99).
Era una sombra andante. Con su manto en bandolera, parecía de otro tiempo. La gravedad de su porte infundía respeto.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 60).
—¡Eh, Golondrinas! —dijo mirándolas de tú a tú—, la poca luz que os llega, se os cae como de limosna, igual que a mí.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 59).
Subió los peldaños del espacio circular dedicado al descubrimiento de las Américas y a su almirante, Cristóbal Colón. Bordeó e ignoró todos los relieves de bronce que recuerdan distintas escenas de aquella incipiente época colonizadora, en las postrimerías del siglo XV.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 58).
Salió a la calle tal como estaba. Únicamente cogió las llaves. Se avecinaban las diez de la noche. Avanzaba por Escudellers, camino de la Rambla, disfrutando de cada paso, aspirando ruidosamente el olor del suelo empapado, como si las emanaciones que propiciaba la lluvia lo colmaran de más vida.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 57).
La noche que luego le regaló el caprichoso juego de la lluvia deseada.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 56).
Se abrazaron dos personas saqueadas, desdichadas, pero sabedoras de la progresiva iluminación que experimentaban sus pensamientos.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 53).
Tan sólo derramó una lágrima, muy redonda, muy llena y biliosa.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 32).
Antes de preguntarse por los motivos de aquel helado vértigo, a Salvador se le evaporó la mente. Vio que se empequeñecía su calle, que durante su ascenso irrefrenable se hacían diminutas las viejas azoteas.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 31).
Allí, junto al sillón, apareció un rostro con los ojos cerrados, una faz de tamaño natural, una tez barbada, rigurosamente exacta a la que todavía hoy se conserva en la llamada Sábana Santa de Turín.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 21).
Siempre baja y descansa entre las flores mojadas, las mismas flores que nunca renuncian a llorar su rocío.
Fragmento perteneciente al relato titulado
«Anhelos y luces» , del libro Cuentos agrios (pág. 43).
Allí se hizo la soledad.
Fragmento perteneciente a
UNA NIÑA PERDIDA EN EL MAR.
RELATOS DEL FUEGO SANGUINARIO Y UN CANDOR.
Diez años después, la joven Valeria fue conducida por primera vez, por las vueltas que da la vida, a la afamada Basílica de la gran ciudad.
Fragmento perteneciente a
UNA NIÑA PERDIDA EN EL MAR.
RELATOS DEL FUEGO SANGUINARIO Y UN CANDOR.
—Ya no nos queda comida. Ahora nos moriremos de hambre. Procuremos no asustar al niño con nuestro miedo.
Fragmento perteneciente a
UNA NIÑA PERDIDA EN EL MAR.
RELATOS DEL FUEGO SANGUINARIO Y UN CANDOR.
La niña Valeria, con sus diez años, se sentía responsable y madraza al mismo tiempo.
Fragmento perteneciente a
UNA NIÑA PERDIDA EN EL MAR.
RELATOS DEL FUEGO SANGUINARIO Y UN CANDOR.
mientras el plomo le silbaba por encima de su cara
Fragmento perteneciente al relato titulado
«El indiano Zacarías» , del libro Relatos del fuego sanguinario y un candor (pág. 39).
se separa de sus remordimientos, del tormento de sus carnes enfermas.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «Eduvigis Lindavista» , del libro Relatos del fuego sanguinario y un candor (pág. 21).
, una niña durmiente que no respiraba,
Fragmento perteneciente al relato
titulado «Eduvigis Lindavista» , del libro Relatos del fuego sanguinario y un candor (pág. 20).
La niña Eduvigis creció con mimo y amor, como corresponde a una santa.
Fragmento perteneciente al relato
titulado «Eduvigis Lindavista» , del libro Relatos del fuego sanguinario y un candor (pág. 17).