A bote pronto, de Una niña perdida en el mar, lo primero que me viene a la cabeza es la excelente publicación que le hizo la Universidad de Granada;
y de Calafell Playa, las risotadas que pegábamos los colegas implicados en el relato, cuando le daba lectura, en voz alta, a nuestras correrías, entre traguito y traguito de whisky.