Mis últimos pasos en La Victoria. Estoy sentado en un taburete. Acabo de pedir un cortado en el bar del Traperín, un bar donde mi padre, en algunas ocasiones, se pasaba las horas muertas. Amplio espacio.
Fragmento perteneciente a
CÓRDOBA.
Mis últimos pasos en La Victoria. Estoy sentado en un taburete. Acabo de pedir un cortado en el bar del Traperín, un bar donde mi padre, en algunas ocasiones, se pasaba las horas muertas. Amplio espacio.
Fragmento perteneciente a
CÓRDOBA.
Estoy frente a la casa donde vivieron mis padres, la casa de mi abuela mama Antonia. Está situada en la calle Federico García Lorca, bonito nombre, en el número 6, que se desvía en perpendicular, pues corresponde a lo que queda de la desaparecida calle El Pardito.
Fragmento perteneciente a
CÓRDOBA.
Entrada en La Victoria, Córdoba, el pueblo de mis padres. He de desandar un poco lo rodado por el taxi, ya que simpatizo con retratarme junto a la señal de tráfico que anuncia el pueblo que visito. Recuerdo que hice lo mismo en Iria Flavia, la aldea de Camilo José Cela.
Fragmento perteneciente a
CÓRDOBA.
Tras tomar un café con leche en un bar de la plaza del Potro, me monto en un taxi que me lleva a La Victoria, el pueblo de mis padres, que se ubica a unos treinta kilómetros. La Victoria, uno de los espacios de mi novela El Paseo de los Caracoles. Ternura. Desarraigo.
Fragmento perteneciente a
CÓRDOBA.
Qué gran visita acabo de hacer. Frente a la obra del pintor cordobés, me he acordado mucho de la obra del poeta granadino. Acabo de respirar cierto aliento lorquiano.
Fragmento perteneciente a
CÓRDOBA.