Comida en la playa de Castelldefels, como en los viejos tiempos. Probando la sombra fresca de los pinos del primero de octubre. Esquivando los todavía despiadados rayos del sol de la siesta. Y el azul del mar en mi retina, con el vaporoso y delicioso sabor del chorizo aún entre mis dientes. Aire bueno. Sol como espadas. La tranquila ondulación del mar. Los días que se repiten tras más de un lustro de separación. Naturaleza apacible como mayor rasgo.
Fragmento perteneciente a DIETARIO EN RED 2009-2010