Pasa el tiempo. No llama. Llega la hora de comer. Pelo patatas. Y no llama. Frío las patatas. No llama. Casco un huevo frito en la sartén. Con el estrépito, salgo de la cocina para oír el timbre del teléfono, que no suena. Saco el huevo frito con la yema entera. Y no llama. Me frío un filete de lomo. Ninguna llamada. Llevo el plato a la mesa. Las bebidas. Empiezo a comer. Ningún telefonazo. Pienso que a lo mejor se me ha anotado mal el teléfono. Cuando me queda un pelín de comida, un par de bocados, suena el teléfono. Me levanto. Consciencia de que tengo la boca llena, de que así es imposible hablar inmediatamente. Detengo mis pasos. Trago a la carrera. Con el cuarto timbrazo, descuelgo el teléfono. Hablamos por fin.
Fragmento perteneciente a DIETARIO EN RED 2009-2010