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Qué asquito dan. Y qué pronto les vi el plumero. El hombre es irascible, un hombre incapaz de sonreír, con un torbellino de oscuridad oculta. Es, con todo el contenido de su acritud, una mala sombra. La mujer es picajosa, una mujer de mirada severa, que responde a la amabilidad con púas, una mujer de huesos eléctricos y pelo pintado. Ambos repercuten en mi vida como la mierda fugaz que, aplastada, siempre despreciada, se cruza en nuestro camino. Qué gran delicia es saber lo que son: una descomunal eventualidad, una mísera gota en el inmenso río de una vida.