Es la mañana de un sábado, la mañana del 17 de diciembre. Son las ocho menos cuarto, y con bocanadas de aire frío en la calle. El viejo profesor, tras sentarse en el sofá de su casa, habiendo encendido poco antes la estufa y el portátil, nota su conocido ensanchamiento de caderas después de varias horas de amor entusiasta.
Fragmento perteneciente a las memorias noveladas de la serie El viejo profesor
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