Inés Arrimadas

Inés Arrimadas, el día de la constitución del nuevo y vergonzante Parlamento catalán, el 26 de octubre de 2015Inés Arrimadas, en el centro, durante el cántico de Els Segadors, en una jornada de constitución del nuevo y vergonzante Parlamento de Cataluña, el día 26 de octubre de 2015, un Parlamento con una mayoría parlamentaria que, abiertamente, llama a desobedecer la Ley, la misma Ley que le está dando  vida a la Cámara para que se constituya,  una mayoría parlamentaria que se desenvuelve exactamente como si fuesen demonios felones, en plena puñalada trapera.

Inés Arrimadas, en foto de Jordi Borràs, llamada a ser jefa de la oposición en ese Parlamento catalán, felón, si es que dura algo la felonía, a cuenta de la Justicia.

Inés Arrimadas,
esos brazos,
ese gesto,
esa caída de pelo,
esa mirada atrapada,
mi corazón suspira como el de un quinceño.
Qué mujer.

La justicia

De derecha a izquierda, Josep Bofill y Enric Frigola en 1920 (fuente: http://www.lletres.net/pla/QG/?cat=36&paged=7)

–La justicia teórica, absoluta, es un enorme revulsivo. La justicia se debe tomar con calma y debe aplicarse en pequeñas dosis…
–Lo que parece darte la razón son las noticias de la revolución rusa… -insinúa el señor Enric Frigola.
–¡Es posible! -dice Bofill-. Los rusos están implantando ahora la justicia en su país. Sufrirán muchísimo. Lo pasarán muy mal. Se verán obligados a crear un Estado meramente policíaco, frío, siniestro. Pasarán mucha hambre y sed, tendrán que ampliar todas sus prisiones, tendrán que demoler todo aquello que hace agradable la vida. Y, así y todo, no implantarán ninguna forma de justicia. Mi idea es que no puede haber alimentos ni una forma mínima de vida en común, sin un determinado grado de injusticia. ¿Por qué hay mujeres feas y mujeres guapas? ¿Por qué tiene que haber hombres inteligentes y hombres estúpidos? ¿No es una injusticia? Si aplicamos la justicia a una situación así, no tendremos más remedio que matar a las mujeres guapas y a los hombres inteligentes…
En la tertulia la confusión va en aumento. Coromina, nervioso, se muerde una uña. Los otros nos hacemos aparentemente los distraídos. La reunión se disuelve por agotamiento.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 39).

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El corazón del Café

El Café, en un fotograma de la película La Colmena

En estas tardes, el corazón del Café late como el de un enfermo, sin compás, y el aire se hace como más espeso, más gris, aunque de cuando en cuando lo cruce, como un relámpago, un aliento más tibio que no se sabe de dónde viene, un aliento lleno de esperanza que abre, por unos segundos, un agujerito en cada espíritu.

Fragmento perteneciente a la novela de Camilo José Cela, La colmena (pág. 24).

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El señor Guardiola

Esta descripción no se refiere al Guardiola futbolista, al Guadiola entrenador de fútbol

Pienso, mientras tanto, en el señor Guardiola. ¡Un hombre extraño! Debe de tener unos cincuenta años. Es alto, lleno de carnes, macilento, rosado de cara, de ojos azulados. Escaso de pelo, lleva en la cabeza un plafón de cabellos engomados, como una peluca tenue. Todo su cuerpo irradia una impresión de cosa blanda, desprovista de consistencia. Soltero recalcitrante, vive con una hermana, una señora beata y ceremoniosa. Acompañado siempre por ella, su carrera ha consistido en una larga peregrinación a través de oficinas judiciales mezquinas… Su presentación, su manera de caminar, de hablar, de vestir, de gesticular, ha creado entre la gente la hipótesis de la vaguedad de su sexo. En este sentido su vida debe de haber sido muy dura, porque ha sido el hazmerreír de mucha gente. En su indumentaria hay tres elementos inconfundibles: el sombrero duro tornasolado por el exceso de aprovechamiento; el chaleco blanco con botones de nácar de una coloración rosada, una capa de esclavina con vueltas de terciopelo rojo. Caminando, tiene una manera de jugar con esas vueltas, tan femenina, retozona y llena de coquetería, que a veces hace pensar en alguna vieja cupletista, irrisoria y desbarajustada.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 36).

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Original erotismo de Fernando Vicente

Efectivamente, el erotismo de Fernando Vicente, un tipo de mi misma quinta, es original: muestra a la mujer despampanante por fuera, y por dentro. Cosa curiosa, en exposición.

Cuadro de Fernando Vicente

Hoy, 500 cumpleaños de santa Teresa

FELICIDADES,
Teresa,
Teresa de Cepeda y Ahumada
Teresa de Ávila,
santa Teresa de Jesús,
en tu 500 cumpleaños.
Aquí una de las mejores escritoras de España:
Teresa.

En 2012, vi que Ávila ya apuntaba a este año: 2015

Santa Teresa de Jesús, representada en cuadro de Rubens

Doña Rosa

La actriz María Luisa Ponte, que interpretó estupendamente a doña Rosa, en La Colmena

Doña Rosa tiene la cara llena de manchas, parece que está mudando siempre la piel como un lagarto. Cuando está pensativa, se distrae y se saca virutas de la cara, largas a veces como tiras de serpentinas. Después vuelve a la realidad y se pasea otra vez, para arriba y para abajo, sonriendo a los clientes, a los que odia en el fondo, con sus dientecillos renegridos, llenos de basura.

Fragmento perteneciente a la novela de Camilo José Cela, La colmena (pág. 22).

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Toledo, número 1 en ventas en Brasil

Tema Amazon. Mi crónica, mi libro de viajes titulado Toledo, es en este momento número 1 en ventas en Brasil. Se da en la categoría de turismo.

MUCHAS GRACIAS.

Toledo, número 1 en ventas en Brasil

En Cataluña

cataluña

Ahora, finalmente, da gusto vivir en Cataluña. La unanimidad es completa. Todo el mundo está de acuerdo. Todos hemos tenido, tenemos o tendremos, indefectiblemente, la gripe. (…). Pienso, a veces, en la cuestión de la si la concupiscencia -lo que suele llamarse habitualmente la concupiscencia- no es uno de los móviles más poderosos de la acción. Por desgracia no siento la acción. No siento ni la fascinación del torbellino ni la curiosidad de imaginármelo, que puede ser tan fuerte como la primera. El río pasa y todo me lleva a quedarme, sentado, en la ribera. La lectura de las novelas de Baroja -que he devorado, abundantemente, estos últimos días- me ha arrasado los pocos gérmenes de acción que tenía. (…). Quizá de joven no se deben leer estos libros furiosamente ascéticos, o por lo menos conviene alternarlos con algún libro ilusorio, pornográfico.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 33).

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Los concursos literarios, etc.

Concursos literarios

Lo único que al escritor no le está permitido es sonreír, presentarse a los concursos literarios, pedir dinero a las fundaciones y quedarse entre Pinto y Valdemoro, a mitad de camino. Si el escritor no se siente capaz de dejarse morir de hambre, debe cambiar de oficio. La verdad del escritor no coincide con la verdad de quienes reparten el oro. No quiere decirse que el oro sea menos verdad que la palabra, y sí, tan sólo, que la palabra de la verdad no se escribe con oro, sino con sangre (o con mierda de moribundo, o con leche de mujer, o con lágrimas).
La ley del escritor no tiene más que dos mandamientos: escribir y esperar. El cómplice del escritor es el tiempo. Y el tiempo es el implacable gorgojo que corroe y hunde la sociedad que atenaza al escritor. (…). El escritor es bestia de aguantes insospechados, animal de resistencias sin fin, capaz de dejarse la vida -y la reputación, y los amigos, y la familia, y demás confortables zarandajas- a cambio de un fajo de cuartillas en el que pueda adivinarse su minúscula verdad (que, a veces, coincide con la minúscula y absoluta libertad exigible al hombre). (…). El escritor nada pide porque nada -ni aun voz ni pluma- necesita, y le basta con la memoria. Amordazado y maniatado, el escritor sigue siendo escritor. Y muerto, también: que su voz resuena por el último confín del desierto, y que el recuerdo de sus criaturas ahí queda. Mal que pese a los pobres títeres que quieren arreglar el mundo con el derecho administrativo.

Fragmento perteneciente al prólogo de la novela de Camilo José Cela, La colmena (pág. 18).

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Cambiar la piel

Cambio de piel, debido a las quemaduras del sol

El sol primero nos llegaba y nos hacía cambiar la piel. Después quedábamos tostados, morenos, negros y los ojos se nos volvían tan pequeños que apenas se veían. (…). A mediados de septiembre caía el primer chaparrón y el país tomaba un aire otoñal y dulcísimo. El aire quedaba limpio, la tierra perdía aspereza, los cielos incandescentes del verano se volvían de un azul tierno. (…). Jaume, un viejo alto y descarnado, con unas orejas enormes, cazurro, lleno de agudeza, nos llevaba a comer higos y uvas o a pasear por la pineda. (…). Macies era un viejo pequeño y escuchimizado, de mejillas chupadas, muy devastado de dientes, que fumaba una pipa con una boquilla de caña. Fino como una comadreja, la vocecita muy delgada, era muy irónico y explicaba historias enrevesadas.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 31).

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