Tramontana fuerte en un entierro

Tramontana fuerte. La oigo silbar desde la cama. Sin moverme de casa, puedo, en realidad, saber siempre qué viento sopla. Solo hace falta escuchar las campanas. Si el tintineo es fresco, preciso y cristalino, hace tramontana; si es opaco, cascado, deshilachado, el viento es de garbí.

Tramontana y Josep Pla

Un entierro de los años 20 (siglo XX).

(…). Por la tarde veo pasar por el Carrer de Cavallers un entierro envuelto en la tramontana. El viento hace tintinear las coronas y parece como si las uñas de un gato arañasen la hojalata. Pone carne de gallina. Las cintas revolotean sobre el coche mortuorio como los brazos de un pulpo, como los velos de Salomé, por decirlo más finamente. En lo alto de su asiento, el cochero ha quedado como aplastado y resumido, como un monigote que hubiese recibido un enorme mazazo sobre la gorra de charol y hubiese quedado comprimido. Dentro de la luz rutilante, afilada, cruda, de la tarde; bajo el cielo despoblado, metálico, inmenso; en el vacío de la calle, el entierro con el cortejo vestido de negro, tiene un aspecto irrisoriamente grotesco. El cura, con el roquete hinchado lleno de viento, parece como si fuese a ponerse a flotar en el aire de un momento a otro. El monaguillo, con la cruz alzada, tiene dificultades para caminar. Los del duelo no pueden dar a su cara ninguna compunción: tienen bastante trabajo en sujetarse el sombrero con las dos manos. Las campanas tocan a muerto y el viento se lleva la gravedad: los toques volean, de aquí para allá, como andrajos. El entierro enfila el Carrer Estret y parece un animal extraño y fabuloso que camina como una fuerza siniestra.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 97).

Escritos míos donde aparece Josep Pla:

Dietario en Red 2004-2006
Dietario en Red 2007-2008
Articulismo formal
Crónicas estivales
Mi cuaderno gris