Y se topó con un ojo absolutamente ensangrentado, de rubí intenso, enardecido por los destellos que le procuraban las lágrimas.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 51).
Y se topó con un ojo absolutamente ensangrentado, de rubí intenso, enardecido por los destellos que le procuraban las lágrimas.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 51).
El Pasaje del Reloj. Desde Escudellers se ve como una calle siniestra, sin salida, estrecha, oscura, desmadejada, triste, paralizada.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 45).
Se le quedó la mente en blanco tras la primera decena de puños como piedras.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 44).
A esas horas de la noche era imposible que aquella muchachita isleña, de Tenerife, pudiera reparar en que la mirada de aquel hombre desgreñado le inyectaba el sereno amanecer de su pueblo azul.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 41).
Los camareros del California todavía viven, arrugados como una pasa, nonagenarios.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 35).
Llevaba un mes sin afeitarse. Le crecieron pelos de loco, unos pelos tiesos y desorientados, escarolados y enredados. Una mañana se percató de que no temblaba de miedo, sino de frío, y sospechó que había perdido la noción del tiempo.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 27).
Los Reyes de España salieron por las portezuelas de un largo coche. Saludaron y posaron durante un tiempo que a Salvador le pareció del color de las lámparas encendidas.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 17).
Otra bifurcación notoria, aunque olvidada y silenciada desde 1864, es el Pasaje del Reloj.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 16).
Salvador vivía en Barcelona, en el número 57 de la calle Escudellers.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 15).