Dorita

Ojos verdes de Dorita

Miró el nimbo de Dorita, sus cabellos de amarillo taxi barcelonés, la preciosidad que le otorgaban sus ojos de verde paloma.

Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 130).

El Cartucheras

Imagen del viejo oeste americano

A Pepín le divierte mucho este solterón de cincuenta y cinco años, con esos aires interpretativos de chico pistolero y sus salidas disparatadas.

Texto perteneciente a la novela titulada EL PASEO DE LOS CARACOLES (pág. 84).

Noches de fiesta

Manel, yo, Tete, Carmelo, Jorge, Vale

De calentura se presenta la noche. Las noches calurosas son las mejores. Las tías sudan más, beben más, se les va la olla antes. Tengo la sensación de que la noche se presenta de puta madre. Nosotros somos seis, los seis: el Manel, el Tete, el Vale, el Carmelo, el Jorge y yo. Somos los mejores, los de más palique.

Fragmento perteneciente a
TRENZADO DE HOMICIDAS.

Reencuentro universitario

La Porxada, en Granollers

Reencuentro, ayer, con mi corrillo universitario tras casi quince años de ausencia, un corrillo en su inmensa mayoría femenino, al que he acudido invitado por el único gallo de aquel gallinero, mi buen colega David. Comilona en una casa rural de Cardedeu. Y Granollers como remate, con una sentada en la plaza del Ayuntamiento, donde se encuentra La Porxada, un tejado del siglo XVI sostenido por columnas toscanas, un tejado que sirvió para cubrir el almacenaje de grano del momento, para prevenir y aliviar el hambre de las vacas flacas.

Jornada subordinada al contraste. Han acudido cinco de las seis mujeres convocadas. Así que por un imprevisto de última hora, ha faltado una del corrillo. Y he notado su vacío, puesto que hace quince años llenaba mis ojos con su pelo. Estupenda jornada subordinada al contraste. Eran cinco chicas cimbreñas hace quince años, que liquidaban con el cachondeo de su juventud sus veintitrés o veinticuatro años, que finiquitaban su etapa universitaria de Filología Hispánica. Ahora son todas mujeres hechas y derechas, con sus miras en la bonita carga de sus hijos. Antes, delante de mis ojos, sueltas por las aulas de la Universidad de Barcelona, con un excelente sentido del humor; ahora, delante de mis ojos, agarradas a unas criaturas en cuerpo y alma, en comilona, con un excelente sentido del humor. Una mano de ellas en la frente de una criatura de pecho, por detectar algo de calentura. Besos maternales en las criaturas. El niño que necesita ayuda para comer. Y su madre que se levanta a cada instante. La niña espigada que me mira fijamente. Los niños a los que la madre los conmina al silencio. Aquellas chicas estudiantes. Estas madres profesoras. Con sus rostros apenas transformados tras quince años. La jornada de ayer. Aquellas chicas.  Estas madres. La eterna y amena conversación literaria con el amigo. Y con la brújula de mi interior haciendo aguas desde que salí del Llobregat.

Bonito reencuentro el de ayer, tras quince años de ausencia, con la juventud detenida de aquellas chicas en mi memoria, con la madurez detenida de las mismas chicas todavía muy fresca en mi retina.

Texto perteneciente a DIETARIO EN RED 2009-2010

Martorell, Barcelona

Pont del Diable (Puente del Diablo), Martorell

Una compañera de Departamento, muy amable, de hechuras y habla muy llanas, me indicó tan bien los pasos a seguir en coche, que el viernes llegué directo con el Ibiza, sin amagos de meter la pata. Descarto la visita al Puente del Diablo, aquel de origen romano con ojiva gótica. Aunque aún no he preguntado a nadie, intuyo que queda muy lejos a pie. El diablo en el candelero. Menudo elemento. Puente del Diablo. Un nombre que incita al morbo.

Fragmento perteneciente a DIETARIO EN RED 2009-2010