Tema La verdadera historia de Jesucristo.
Tras la friolera de un paréntesis de cuatro años,
después del verano habrá nuevos capítulos sobre Jesucristo.
—Totalmente real —continuó Salvador—. Fue la mortaja de Jesús de Nazaret. Y en ella no sólo se aprecia ese rostro que veis, sino toda la silueta de su cuerpo, grabada a fuego.
Fragmento perteneciente a la novela titulada El solitario (pág. 120).
Sorprendente madrugada. Todavía con legañas en los ojos, descubro que se me estrena un nuevo título como número 1 en ventas, en AMAZON. Se trata de LA VIRGINIDAD DE MARÍA, la segunda entrega de LA VERDADERA HISTORIA DE JESUCRISTO.
Tengo, de nuevo, otro título mío como número 1 en ventas, en la tienda de Amazon. El asunto sigue resultándome muy curioso. Uno no termina de acostumbrarse a estas cosas (seguro que la cosa dura muy poco tiempo).
Se trata de La concepción de María, la primera entrega de LA VERDADERA HISTORIA DE JESUCRISTO, un título que se puso en Amazon hace cuatro días, el pasado domingo.
El proceso de escritura de esta novela mía, que puedo calificar de ambiciosa y preciosa, y que me podría llevar años, está resultando muy singular. Tendría que escribir alguna vez sobre ello. Por ahora, sólo me cabe agradecer a mis lectores el interés que le está dispensando a la obra.
Por fin se ha roto el hielo. Ya he iniciado la narración sobre la vida de Jesucristo. Ayer escribí un brevísimo exordio; hoy me centro en Nazaret. El asunto me parece tan ingente como atractivo. Podría llevarme años. Ya se verá. Lo importante es que este fin de semana se ha roto el hielo.
Ya lo tengo decidido, y en firme: voy a escribir sobre la vida de Jesucristo. Quien conoce mi narrativa, posiblemente espere, antes que otra cosa, transgresión; y casi al mismo nivel, un realismo descriptivo desorbitado, una fantasía soberbia, siempre sensible al plano poético. Por ahora únicamente puedo adelantar que sólo tengo la intención de la escritura sobre Jesús de Nazaret, que todavía no he decidido su registro lingüístico, que estoy releyendo el Nuevo Testamento, un Nuevo Testamento, el mío, completamente anotado a lápiz. Efectivamente, aquel Antonio de hace más de una década está ayudando al Antonio actual.
No es la primera vez que la sombra de Jesucristo toca mi fibra sensible. En enero de 2001 puse punto final a la novela El solitario, que se relaciona estrechamente con el Nazareno. El pretendido Mesías, con su tremenda historia, me persigue desde mi más tierna infancia. Y hoy… En todos mis viajes por la geografía española medieval, su apasionada y maltratada figura no deja de mostrarse frente a mí en casi todas las esquinas, ya sea en forma de piedra besada o en las pinceladas de una mano genial.
Jesucristo, ya casi lo comprendo del todo. Creo que ya ha llegado el momento de que me detenga, de lleno, frente a él.
Arriba muestro la libreta que contendrá mi manuscrito (prefiero las hojas blancas, pero sólo había cuadriculadas o de una raya).
Caricaturizó el dibujo de san Juan de la Cruz. Aquel en que aparece un Cristo crucificado con la cabeza gacha, mortecina, melenuda. Aquel del clavo enorme en la flamígera mano izquierda, que no se hunde en la carne hasta el cabezal, debido a su extrema longitud.
Publicado bajo el epígrafe de Artículos dominicales, en Dietario en Red, el 3 de enero de 2010
A ver quién se ha librado alguna vez del pretendido veneno de las palabras irreverentes. Nadie. Ni Dios desde su sagrada palabra indirecta en el Viejo Testamento, que tantos conocen. Ni Cristo desde su sagrada palabra indirecta en el Nuevo Testamento, que tantos conocen. Ni siquiera los santos, desde sus palabras volanderas, que por volanderas no tantos conocen.
Publicado bajo el epígrafe de Artículos dominicales, en Dietario en Red, el 1 de noviembre de 2009
Poco antes de emprender la salida, respiro hondo sin saber por qué. Camino de la salida, agradezco a los que trajinan su conmiseración. Cierro la puerta de la iglesia. Repentina lluvia de calor. Ensancho la vista hacia el adiós de Aguilar.
P.D. De Aguilar es María, conocida como la Virgen, uno de los personajes de la novela El Paseo de los Caracoles.
Nada más poner pie en Aguilar, llamo a mi madre, que vivió aquí tres años. Mi madre estuvo aquí de chiquilla, de los diez a los trece años. Se trasladó a la casa de sus abuelos, en la calle Calvario, 56, con sus hermanos y sus padres. Aquí vivió mi madre los tres años de la Guerra Civil.
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