Diada
Este titular de ayer, de La Vanguardia, me exasperó
Puigdemont, todo un presidente de Cataluña, mandando a una gente que se encare con otra, instando a la violencia verbal, pero «de forma serena». ¡Qué rabiosa ironía, olida hasta por el más despistado! ¡Qué vergüenza ajena! ¡Qué insulto a la inteligencia! Si yo tuviera unos 20 años de edad, este titular, el día antes de la Diada, me habría obligado a salir a la calle el día de la Diada, para pegar cuatro gritos en contra de este presunto bandido sedicioso (tiene una querella criminal) que insta a la violencia verbal con la fuerza de un sarcasmo hediondo. Y yo, con unos 20 años, no solo era un experto en taekwondo de competición, sino que era amante de la obra de Azorín, Baroja, Valle, Bécquer, Poe, y hasta del primer Cela, e incluso tenía un fajo de folios de mi primera novela El Paseo de los Caracoles. O sea, yo, con unos 20 años, tenía la cabeza, los puños y las piernas muy bien puestos. Pero debido a la edad, más dispuestos las piernas y los puños que la cabeza.
Solo pido hoy, y las próximas semanas, que la violencia verbal no se transforme en violencia física, que las pasiones de los jóvenes, y no tan jóvenes, no desemboquen en hostiones y en sangre, que sería la salsa y armonía de unos cuantos politiquillos zumbados con muy mala leche.