(El nacionalismo y Pío Baroja, undécima entrega)
Si estas palabras las oye un redactor de La Publicidad, dirá, como decía ayer, que yo no tengo ni memoria ni lógica, y no tengo ninguna de estas cosas importantes, porque antes hablé del semitismo de los catalanes y el otro día dije que Barcelona es la forja donde se funden los ideales colectivos de la España del porvenir.
Yo no veo aquí la falta de lógica. Yo dije que en Cataluña había espíritu judío, y es verdad; yo lo sigo creyendo; este espíritu judío está en muchos comerciantes ricos catalanes, está en muchos de esos hombres que han empujado a España a una guerra imbécil en Melilla; está en los que, después de explotar a rincones desgraciados de nuestro país, han tenido la estupidez de desear que España desaparezca y de gritar muera España, como si se pudiera desear la muerte de un país noble y desgraciado.
Yo no he hablado nunca mal del pueblo de Barcelona; he hablado mal principalmente de sus magnates, de esos señores que han despedido a los soldados con un escapulario y una cajetilla; he hablado de sus intelectuales, que me han parecido pedantes, afectados, mezquinos, y he dicho que tienen espíritu judío; lo he dicho y creo que lo seguiré diciendo, si así me lo parece.
Que yo he afirmado en una novela mía que Prim se parecía a un bandolero y ahora alabo a Prim, dice La Publicidad. No; asegurado así es de mala fe.
En una novela mía un personaje lo dice; yo, no. Pero aunque lo dijera yo, yo no tengo inconveniente en admirar a un bandido. Entre un bandido y un gran comerciante, yo casi prefiero al bandido. El uno roba en el camino real y el otro roba con el libro de cuentas.
Fragmento perteneciente al libro de Pío Baroja, Momentum catastrophicum (pág. 81).
Escritos míos donde aparece Pío Baroja:
Dietario en Red 2004-2006
Dietario en Red 2007-2008
Articulismo formal
Mi cuaderno gris