«En la tumba de Josep Pla», página 49

Nunca es tarde para hacerle una visita a Josep Pla. Aunque ahora se oculta entre las hechuras de los difuntos, el próximo día 8 de marzo cumplirá ciento tres años de vida. La acción de salir de casa y emprender un largo viaje, por tierras de Gerona, con el exclusivo objeto de ofrecerle compañía, durante unos minutos, a un muerto totalmente ajeno a la sangre del visitante, es circunstancia de explicaciones sumamente embarazosas.

Fragmento inicial del artículo «En la tumba de Josep Pla», perteneciente al libro Articulismo formal (Morfeo Editorial, Barcelona, junio, 2020, pág. 49), ya a la venta.

«En la tumba de Josep Pla», Revista Lateral, nº 62, febrero, 2000

Eugeni d’Ors

eugeni ors

A las generaciones futuras les parecerá extraño que una de las causas del éxito inicial del Glosari de Eugeni d’Ors en este país fuese el hecho de que Xènius ha sido el primer escritor del renacimiento -palabra demasiado presuntuosa para ser de mi gusto, que utilizo porque no dispongo de ninguna otra-, que manejó con naturalidad o, al menos, con una naturalidad relativa, en diarios de cinco céntimos, alguna que otra idea gratuita; quiero decir desprovista de utilidad práctica inmediata. Fue un deslumbramiento.
(…) Si tuviéramos que hacer la historia de la taberna de Gervasi, tendríamos que presentar la historia de nuestra querida villa natal. Esta historia sería curiosa porque, además de ser muy corta tendría la particularidad de no contener ni hechos gloriosos ni personajes de fama y de renombre. Sospecho que esta falta de tradición brillante entristecería a mucha gente. A mí me encanta haber nacido en un pueblo que no ha producido ningún redentor ni ningún coleccionista de sensaciones raras, ni ningún predicador estentóreo. Esto me da una sensación de ligereza y de libertad.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 84).

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Santiago Rusiñol

Santiago Rusiñol

Hace días intento concretar en pocas líneas la impresión que me ha hecho una reciente lectura de El Poble Gris de Santiago Rusiñol.
El libro podría ser exacto, excelente, perfecto y no lo es. La idea, la realidad, el tema, la impresión dada en cada capítulo, no puede ser más concreta y precisa. Todas las personas que vivimos en un pueblo -aunque este pueblo sea un poco más agradable, menos aragonés (diríamos), menos caricaturesco que el pueblo gris- sabemos que cada capítulo del libro responde a una realidad observada, directa, indiscutible, pero Rusiñol coge estos hechos, los desliga, los manipula, los deforma, los exagera, los aumenta o los empequeñece, proyecta sobre ellos su monótono mecanismo humorístico y convierte una cosa viva, palpitante, en un juguete, en una banalidad, en una irrisoria maquinita. Ante la realidad maravillosa, Rusiñol no tiene ningún tacto, es incapaz de la menor delicadeza. La interpreta mecánicamente, con la frialdad de un engranaje, con la ineluctabilidad de una rueda que produce frases y coloca adjetivos siempre igualmente rusiñolescos. Esto hace que, cuando se tiene una cierta práctica en la lectura de sus libros, se pueda adivinar, a frase leída, lo que dirá el autor en la frase siguiente.
Esta manera de hacer, constatada página tras página, fatiga positivamente, sobre todo en los momentos en que el autor trata de hacer poesía, pues no hay nada más fatal, en poesía, que adivinar, indefectiblemente, después de una frase, la que tiene que venir.
Pienso que a través de Rusiñol, se puede llegar a comprender con claridad que la peor tara que puede tener un escritor es el manierismo.
Rusiñol, que se burla siempre de las máquinas -ahora acaba de publicar una máquina para azucarar fresas dibujada por él- es el autor más maquinal de la literatura catalana moderna.
En todo caso Rusiñol es un caso de dilapidación, de prodigalidad de facultades impresionante, sin precedentes.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 77).

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Montaigne y Josep Pla

Montaigne

No me canso de leer los Ensayos de Montaigne. Así paso horas y horas de la noche en la cama. Me hacen un efecto plácido, sedante; me dan un reposo delicioso. Encuentro a Montaigne de una gracia casi ininterrumpida, lleno de continuas, inagotables sorpresas. Una de estas sorpresas proviene, creo yo, del hecho de que Montaigne tiene una idea muy precisa de la insignificante posición que tiene el hombre sobre la tierra.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 75).

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Tabernas

Caricatura de una borracha
En la explanada había cinco o seis tabernas de mala muerte, ahumadas y grasientas. Se vendía horchata de pícaro y caña sin rebajar. Exteriormente tenían un aire miserable y desgarrado; pero dentro me encontraba bien. Me gustaba, sobre todo, un bergantín minúsculo que colgaba del techo rojizo de una taberna, pintado de blanco y negro, al cual no le faltaba nada. La persona más importante de aquel barrio era la Rosa, una mujer alta, cuadrada, pálida como una muerta, que bebía la caña como si fuese agua. La Rosa ratoneaba por el muelle, fumaba medio caliqueño detrás de los bocoyes y se entretenía con los embarcados. La Rosa llevaba unas medias con rayas rojas; sabía tres o cuatro canciones de su época, pero no podía cantar porque siempre tenía la boca seca. A la Rosa no la había visto nunca nadie borracha, y el notario de Palamós, que llevaba una capa llena de desgarrones, decía que el hígado de aquella mujer debía de ser soluble en alcohol.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 71).

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La escritora Víctor Català

Escritora Víctor Català (seudónimo)
Leyendo a Víctor Català me he preguntado muchas veces si entre los payeses hay la profusión de dramas que la escritora les supone y les ve. Hay un drama enorme en este mundo -el dinero-, pero me parece que no es exclusivo del ruralismo. Es muy general. En la montaña no sé si hay tantos dramas. En el llano, seguramente, no tantos. No conozco la montaña. Víctor Català la conoce más, claro está. Conoce muchas montañas y el Montgrí -un Montgrí quizá demasiado escenográfico, efectista y meterlinkiano.
La gran impresión que causa esta escritora proviene quizá del hecho de que, leyéndola, uno siente que, si se desnudase su obra de escenografía, costumbrismo, naturalismo y sociología artisticorrecreativa, resultaría una creadora de novelas policíacas considerable.
(…)
A veces me paseo por las calles con el exclusivo objeto de mirar la cara de los hombres y de las mujeres que pasan. La cara de los hombres y de las mujeres que han pasado de los treinta años, ¡qué cosa más impresionante! ¡Qué concentración de misterios minúsculos y oscuros, a la medida del hombre; de tristeza virulenta e impotente, de ilusiones cadavéricas arrastradas años y años; de cortesía momentánea y automática; de vanidad secreta y diabólica; de abatimiento y de resignación ante el Gran Animal de la Naturaleza y de la vida!

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 64).

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Las mujeres

Mujeres

Después de darle vueltas, resulta que las mujeres, naturalmente, me interesan, pero no recuerdo haber hecho nunca ningún esfuerzo por tener una de verdad, hasta el punto de que ahora mismo puedo decir con el poeta:
Flamma d’amor nel cor non m’è rimasta.
Quisiera estar en todas partes y no me muevo nunca de casa. Lo querría acaparar todo y en realidad todo me es indiferente. Querría tener dinero y a la primera dificultad me vuelvo atrás. Querría, querría… ¿Querría, qué?
Con este temperamento ¿qué podré hacer en la vida? ¿Haré algo más que charlar, pasar, vagar, deliberar, huir? Me pasa lo mismo que a aquel hojalatero de Palafrugell que un día me decía:
-¿Sabes lo que hago cuando no me tengo de trabajo, cuando me acosan por todos lados? Pues ahora se lo diré: me voy a dormir…
(…)
Casi todos los vecinos de la casa que habitamos en la calle del Sol están reñidos. Están a matar. Se odian y se pelean constantemente. Cuanto más pequeño es un pueblo, más fuertes son los estragos de la proximidad de la gente.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 61).

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Jacinto Verdaguer

Jacinto Verdaguer

Durante la madrugada trato, una vez más, de leer a Verdaguer. No he podido, hasta ahora, terminar ni un solo canto de La Atlántida o del Canigó. Me avergüenzo, incluso, de confesarlo… Hago otro esfuerzo. Clavo el diente. El paquete no pasa. Toda esta enorme geología, todas estas historias desorbitadas, no me producen el menor interés. Comprendo que estos escritos son una gran cosa y que las literaturas tienen que contener estas baluernas de la misma manera que en los grandes palacios tiene que haber enormes chimeneas que no calientan, meramente decorativas, y tapices colgados de las paredes. Comprendo, asimismo, que mi sensibilidad es muy incompleta. Pero no puedo hacer más. La sensación de vacío, la escombrera de verbalismo, glorioso, efectista, pero totalmente desligado de la vida humana auténtica, la sonoridad grandiosa de las estrofas, me esterilizan toda posibilidad de atención o de curiosidad.
He oído suspirar alguna vez:
-¡La mística, la poesía mística de Verdaguer…!
Pero yo querría que alguien me explicase qué relación tiene este país, poblado de esta clase de payeses, de esta clase de palurdos, de la industria y del comercio, con la mística. Querría que alguien me explicase qué intención tenía Verdaguer en tratar de ligarnos, a través de la mística, con una literatura tan intrísecamente forastera.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 53).

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Los desaforados constitucionales

Los presuntos desforados constitucionales del siglo XXI (Foto de El Mundo: http://www.elmundo.es/cataluna/2015/11/11/56432ae546163fb1358b4586.html)El Ampurdán -oigo decir- es un país de lunáticos, de atolondrados, de dispersos, de alocados. Y es cierto.
Y también lo es que hay en este país mucha gente que se pasa la vida levandando objeciones, metiendo bastones entre las ruedas de toda persona interesada en llevar a cabo alguna iniciativa o que, en una u otra forma, se salga de la espesa rutina. Estas objeciones se construyen gratuitamente, al tuntún, la reticencia es permanente. Tanto si queréis matar los parásitos de los frutales como los escarabajos de las patatas, tanto si queréis acaban con las moscas de la villa como con la usura de los payeses, oiréis decir constantemente:
-¿Usted quiere hacer esto…? ¡Qué lo va a hacer! ¿Que estamos dormidos…? ¡No lo hará usted nunca…! ¡Desgraciado! No sabe usted lo que se dice…
En el fondo de todo desaforado, y en este país, quizá no hay más que un hombre debilitado y fatigado de sentirse tratado permanentemente de sopla-nubes y de bobo. Quiero decir que hay desaforados que no son más que hombres provocados.
Después están los desaforados constitucionales, los atolondrados marcados por una fuerza interna, los dispersos de profesión. Estos, sin embargo, son cosa muy diferente.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 50).

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Un Josep Carner, de Josep Pla

Josep Carner, tomado como príncipe de poetas

Leídos Les planetes del verdum de Josep Carner.
Carner es probablemente -tanto si escribe en prosa como en verso- uno de los retóricos más prodigiosos de la época. El dominio que tiene de la lengua y de sus misterios es enorme, provoca una auténtica envidia. Peligro permanente de esta clase de virtuosismos: caer en el provenzalismo, en el juego literario como finalidad; confundir la forma con el fondo. Hablando en términos generales, Carner es gracioso; formalmente, siempre. A pesar de ser barcelonés nunca es chabacano. La chabacanería de los escritores barceloneses es observable, a veces, hasta en las notas de sociedad: corresponde al ruralismo abrupto y pedantesco de los escritores de fuera.
En la obra de Josep Carner, la magnitud del esfuerzo literario no es, a veces, correspondiente a la autenticidad humana del fondo. Es la montaña pariendo un ratón. Carner produce el efecto del hombre que ha impuesto unos límites a su vida mental por delicadeza -por timidez, quizás- o quizá, también, por sentido del ridículo.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 44).

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Los ampurdaneses

EmpordàEs el autor de una observación muy aguda sobre los ampurdaneses, de los cuales decía que tenemos una imaginación tan exuberante que confundimos las moscas con las águilas, lo que es cosa exactísima.
Personalmente, el señor Gisch era, claro es, a pesar del diagnóstico, como buen ampurdanés, un hombre de elevada temperatura imaginativa. De todos modos, hay un hecho que demuestra que fue también un hombre de un buen sentido muy grande.
Un día se le acercó el alguacil y con mucho misterio, hablándole al oído, le denunció que, en las afueras de la villa, en el molino de viento, había sorprendido a un hombre encima de una mujer, o a una mujer encima de un hombre, no lo recuerdo exactamente.
-¡No hagas caso…! -dijo rapidísimo y con un aire profundamente serio el señor Gish-. No tiene ninguna importancia y no hay más que hablar. Ya comprenderéis que pueden haberse caído el uno sobre el otro. En el mundo pasan cosas muy extrañas…
El ampurdanés es, quizás, el hombre más absolutamente entusiasta y elemental de Cataluña, siempre que el entusiasmo no deba durar mucho ni prolongarse demasiadas horas seguidas.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 41).

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La justicia

De derecha a izquierda, Josep Bofill y Enric Frigola en 1920 (fuente: http://www.lletres.net/pla/QG/?cat=36&paged=7)

–La justicia teórica, absoluta, es un enorme revulsivo. La justicia se debe tomar con calma y debe aplicarse en pequeñas dosis…
–Lo que parece darte la razón son las noticias de la revolución rusa… -insinúa el señor Enric Frigola.
–¡Es posible! -dice Bofill-. Los rusos están implantando ahora la justicia en su país. Sufrirán muchísimo. Lo pasarán muy mal. Se verán obligados a crear un Estado meramente policíaco, frío, siniestro. Pasarán mucha hambre y sed, tendrán que ampliar todas sus prisiones, tendrán que demoler todo aquello que hace agradable la vida. Y, así y todo, no implantarán ninguna forma de justicia. Mi idea es que no puede haber alimentos ni una forma mínima de vida en común, sin un determinado grado de injusticia. ¿Por qué hay mujeres feas y mujeres guapas? ¿Por qué tiene que haber hombres inteligentes y hombres estúpidos? ¿No es una injusticia? Si aplicamos la justicia a una situación así, no tendremos más remedio que matar a las mujeres guapas y a los hombres inteligentes…
En la tertulia la confusión va en aumento. Coromina, nervioso, se muerde una uña. Los otros nos hacemos aparentemente los distraídos. La reunión se disuelve por agotamiento.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 39).

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El señor Guardiola

Esta descripción no se refiere al Guardiola futbolista, al Guadiola entrenador de fútbol

Pienso, mientras tanto, en el señor Guardiola. ¡Un hombre extraño! Debe de tener unos cincuenta años. Es alto, lleno de carnes, macilento, rosado de cara, de ojos azulados. Escaso de pelo, lleva en la cabeza un plafón de cabellos engomados, como una peluca tenue. Todo su cuerpo irradia una impresión de cosa blanda, desprovista de consistencia. Soltero recalcitrante, vive con una hermana, una señora beata y ceremoniosa. Acompañado siempre por ella, su carrera ha consistido en una larga peregrinación a través de oficinas judiciales mezquinas… Su presentación, su manera de caminar, de hablar, de vestir, de gesticular, ha creado entre la gente la hipótesis de la vaguedad de su sexo. En este sentido su vida debe de haber sido muy dura, porque ha sido el hazmerreír de mucha gente. En su indumentaria hay tres elementos inconfundibles: el sombrero duro tornasolado por el exceso de aprovechamiento; el chaleco blanco con botones de nácar de una coloración rosada, una capa de esclavina con vueltas de terciopelo rojo. Caminando, tiene una manera de jugar con esas vueltas, tan femenina, retozona y llena de coquetería, que a veces hace pensar en alguna vieja cupletista, irrisoria y desbarajustada.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 36).

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En Cataluña

cataluña

Ahora, finalmente, da gusto vivir en Cataluña. La unanimidad es completa. Todo el mundo está de acuerdo. Todos hemos tenido, tenemos o tendremos, indefectiblemente, la gripe. (…). Pienso, a veces, en la cuestión de la si la concupiscencia -lo que suele llamarse habitualmente la concupiscencia- no es uno de los móviles más poderosos de la acción. Por desgracia no siento la acción. No siento ni la fascinación del torbellino ni la curiosidad de imaginármelo, que puede ser tan fuerte como la primera. El río pasa y todo me lleva a quedarme, sentado, en la ribera. La lectura de las novelas de Baroja -que he devorado, abundantemente, estos últimos días- me ha arrasado los pocos gérmenes de acción que tenía. (…). Quizá de joven no se deben leer estos libros furiosamente ascéticos, o por lo menos conviene alternarlos con algún libro ilusorio, pornográfico.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 33).

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Cambiar la piel

Cambio de piel, debido a las quemaduras del sol

El sol primero nos llegaba y nos hacía cambiar la piel. Después quedábamos tostados, morenos, negros y los ojos se nos volvían tan pequeños que apenas se veían. (…). A mediados de septiembre caía el primer chaparrón y el país tomaba un aire otoñal y dulcísimo. El aire quedaba limpio, la tierra perdía aspereza, los cielos incandescentes del verano se volvían de un azul tierno. (…). Jaume, un viejo alto y descarnado, con unas orejas enormes, cazurro, lleno de agudeza, nos llevaba a comer higos y uvas o a pasear por la pineda. (…). Macies era un viejo pequeño y escuchimizado, de mejillas chupadas, muy devastado de dientes, que fumaba una pipa con una boquilla de caña. Fino como una comadreja, la vocecita muy delgada, era muy irónico y explicaba historias enrevesadas.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 31).

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Las cosas de la religión

Cristo crucificado, de Velázquez (sin "salud de hierro", las cosas de la religión)

Cuando la tía nos hablaba de las cosas de la religión, en el plano de su pietismo familiar, casero, siempre nos decía:
—Nuestro Señor, pobrecito…
Se refería, claro, a Nuestro Señor Jesucristo, porque llamar pobrecito al Padre Eterno, que en el altar mayor está representado en la parte más alta del retablo, bajo el techo, con una gran barba blanca, pero muy bien conservado, el ojo imperativo y un aspecto de salud de hierro, hubiera sido impropio y probablemente inexacto.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 29).

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Los inviernos largos

Lluvia

¡Recuerdo tantas cosas de aquella época! Los inviernos largos y muy fríos, más fríos que los de ahora, me parece; las tramontanas impetuosas, que a veces duraban ocho días, después de las cuales el país quedaba en un estado de fatiga y de palidez, como de convalecencia; las habitaciones glaciales de la casa con las baldosas nuevas que producían el mismo efecto que tener los pies sobre una barra de hielo, los carámbanos de hielo goteando de los balcones a la calle, el color rosado de la helada sobre las copas de los repollos del jardín, el ruido que hacía el viento en las chimeneas y el humo acre que despedían por la boca y que nos hacía toser; los días interminables de lluvia que pasábamos en los desvanes jugando a decir misa o mirando caer el agua con la nariz aplastada contra los cristales de la ventana y la mágica sorpresa de la nieve, silenciosa y quieta…

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 28).

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Mosén Soler

Un cura de pueblo

Cuando mosén Soler salía de paseo por las calles o por las afueras de la villa, iba precedido por el perro de la rectoría, un animal pequeño, gordo, paticorto, de pelo blanco, con una mancha negra sobre el ojo, rabón, de respiración fatigosa y difícil. Cuando mi hermano y yo descubríamos aquel perro, nos invadía una especie de angustia, doblábamos la primera esquina, echábamos a correr, huíamos…

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 27).

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Delante de la casa del Carrer Nou

Una casa de Palafrugell

Hoy he pasado delante de la casa del Carrer Nou -o del Progrés-, donde nací. Su fachada alta y fría, siniestra, manchada de goterones de lluvia, no me ha sugerido nada, el poder de evocación de sus paredes no me ha causado absolutamente ningún efecto. Ningún recuerdo concreto, si no es el del huerto de detrás de la casa. En cambio, no hay nada en la del Carrer del Sol que no avive la memoria de mi infancia, de la adolescencia, de un montón de cosas que el paso del tiempo casi ha borrado.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 26).

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Un pinar

Viejas huertas junto al río Sotillo cerca de El Hoyo de Pinares. Pinares del río Sotillo. Ávila. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Aquel pinar oscuro, perfumado de setas, dentro del cual flotaba una luz soñolienta y trémula, me gustaba con delirio. Por la noche, pensaba en el ruido grave y solitario que hacía el viento en las altas ramas, veía la luz estática, dulce, que flotaba sobre el verde dorado de los árboles.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 25).

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En la tumba de Josep Pla: (iBookstore, Tagus, Google Play)
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Un mal rayo

Rayos, el rayo

El abuelo Josep Pla murió joven, herido por un rayo, mientras contemplaba desde una ventana del «mas» una tempestad .

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 19).

Escritos míos donde aparece Josep Pla:
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Sí, tener hijos

Sobre tener hijos, rara estampa

Tener hijos en forma de incógnita, de nebulosa, tiene que ser muy desagradable.

Fragmento perteneciente al dietario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 16).

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En la tumba de Josep Pla, en Tagus

Disponible el ebook  En la tumba de Josep Pla, en Tagus.

Ebook En la tumba de Josep Pla, de Antonio Gálvez AlcaideEN LA TUMBA DE JOSEP PLA es la crónica de una visita al cementerio de Llofriu, donde se encuentra enterrado el excelente escritor ampurdanés Josep Pla. Otro escritor, el barcelonés Antonio Gálvez Alcaide, le rinde homenaje al anotar sus sensaciones sobre las cercanías del cementerio, los lúgubres pensamientos frente a la tu mba, la imagen desoladora que ofrecen los huesos de su admirado maestro

EN LA TUMBA DE JOSEP PLA
también se puede adquirir en
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En la tumba de Josep Pla, nº 1 (EE.UU)

Tema Amazon. Mi título EN LA TUMBA DE JOSEP PLA es número 1 en ventas en amazon.com, el portal de Amazon en los Estados Unidos. Se da esta circunstancia en la categoría de Viajes. El viaje es el que hice a Llofriu, Palafrugell (Gerona). ¡Ay, qué grande fue Josep Pla!

Muchas gracias.

1_ventas. EN LA TUMBA DE JOSEP PLA. 17-12-2013

De nuevo, Josep Pla, nº 1

Veo que mi título EN LA TUMBA DE JOSEP PLA es número 1 en ventas en Francia, en Amazon, en la categoría de viajes por España y Portugal.

Muchas gracias.

En la tumba de Josep Pla

En la tumba de Josep Pla, artículo perteneciente a su publicación en la revista Lateral

EN LA TUMBA DE JOSEP PLA
Por Antonio Gálvez Alcaide.
Ilustración de Mariano Cornejo.
Publicado en la revista Lateral, nº 62, febrero de 2000.

HOMENAJE
Durante 1997, con ocasión del centenario de nacimiento del escritor y periodista Josep Pla, innumerables actos pusieron de manifiesto el unánime reconocimiento de las instituciones. Pero, ni siquiera aquel Any Pla ha evitado que sus restos descansen en una descuidada tumba en la localidad gironina de Llofriu. Aparentemente el ajuste de cuentas entre el intelectual y la intelligentsia catalana no ha terminado.

Nunca es tarde para hacerle una visita a Josep Pla. Aunque ahora se oculta entre las hechuras de los difuntos, el próximo día 8 de marzo cumplirá ciento tres años de vida. (…).

EN LA TUMBA DE JOSEP PLA
es un artículo que pertenece al libro
ARTÍCULOS FRONTERIZOS

Junto a la tumba de Josep Pla

El nicho, doble, número 4 es la tumba de Josep Pla.

Portada del ebook En la tumba de Josep Pla

 

En la tumba de Josep Pla, nº 1 en ventas

Acabo de descubrir que mi título EN LA TUMBA DE JOSEP PLA es número 1 en ventas en amazon.com, el portal de Amazon en los Estados Unidos. Se da esta circunstancia en la categoría de Viajes. El viaje es el que hice a Llofriu, Palafrugell (Gerona). Hay que ver, qué pensaría Josep Pla si levantara la cabeza.

En la tumba de Josep Pla

En la tumba de Josep Pla

EN LA TUMBA DE JOSEP PLA
Por Antonio Gálvez Alcaide.
Ilustración de Mariano Cornejo.
Publicado en la revista Lateral, nº 62, febrero de 2000.

HOMENAJE
Durante 1997, con ocasión del centenario de nacimiento del escritor y periodista Josep Pla, innumerables actos pusieron de manifiesto el unánime reconocimiento de las instituciones. Pero, ni siquiera aquel
Any Pla ha evitado que sus restos descansen en una descuidada tumba en la localidad gironina de Llofriu. Aparentemente el ajuste de cuentas entre el intelectual y la intelligentsia catalana no ha terminado.

Nunca es tarde para hacerle una visita a Josep Pla. Aunque ahora se oculta entre las hechuras de los difuntos, el próximo día 8 de marzo cumplirá ciento tres años de vida.

Fragmento de En la tumba de Josep Pla, texto que también se inserta en Artículos fronterizos.