Más violencia en las aulas de Secundaria

Otro episodio de violencia en las aulas. Ocurrió ayer, en un instituto de Valencia. El instituto se llama Misericordia. Una profesora de Biología, tras decirle la nota a un alumno, fue apuñalada. No ha muerto. Quien sí que murió fue un profesor sustituto, no hace tanto, unos tres años, aquí mismo, en un instituto de mi ciudad, en Barcelona.

Los medios de comunicación sacan, como noticia, solamente la violencia física de los alumnos de Secundaria. De la violencia verbal, y por lo tanto psicológica, no dicen nada; y, menos aún, de la violencia psicológica sin que haya, siquiera, violencia verbal.

Yo, sobre la violencia del alumnado de Secundaria, una violencia genérica, tanto psicológica como física, podría escribir un libro. Un libro basado en experiencias propias, vividas en primera persona. Tardaría poco tiempo en escribirlo. Saldría rápido, potente, torrencial. Como un vómito. Escribirlo no me llevaría ni un mes. Y ahora llegan las vacaciones. Me siento espoleado por la alarma social. El libro podría titularse Microrrelatos de mierda en las aulas. Incluso noto que alguno de estos microrrelatos de mierda podría ser la génesis de una novela.

Ricardo Costa, despedido por malo

Ricardo Costa, despedido por malo,

como artículo individual,

aquí.

El Lazarillo, el agua, Cervantes

Ayer me pegué el primer chapuzón de la temporada en mi vieja y queridísima playa de Castelldefels. El calor, lleno de pringue. El agua, algo turbia, sin bacterias con hambre de lo malo. A un metro de profundidad, apenas se me veían los graciosos pies. Hubo sesión de fotos. Todas las que me hice recién salido del agua, con las manos mojadas en la cámara, no valen: se me vislumbra un diminuto moco blanquecino en la aleta derecha de la nariz, tan pequeño como traidor, tan reblandecido como pingüe, que se mofa de todo el mundo. Y de mí. A veces pasa. Y a mí me pasó.

Por fin, ayer, un pequeño paréntesis en mi incansable laboriosidad. Ya le estoy viendo un maravilloso punto final al Lazarillo, a la “traducción” al castellano moderno que estoy haciendo del Lazarillo. Todo gozo y sorpresa. La sintaxis, ya ordenada. Con el destierro sin pena de entrañables fósiles, como el famoso “Vuestra Merced”. Con la paginación de Sebastián de Covarrubias, que me guarda las espaldas, siempre a mano. Y la sombra de Cervantes. Sí, voy a “traducir” el Quijote. Para empezar, los capítulos escogidos que salen en Bachillerato, en la Selectividad. Que al menos los alumnos tengan la opción de encontrarse el pastel digerible. En la introducción de esta edición parcial, tan sólo voy a incluir las explicaciones de cada capítulo, lo que hay que tener en cuenta de cada capítulo, unas explicaciones que tengo escritas a mano, para las clases, desde 2006.

Habiendo pasado lo peor con el Lazarillo —por ahora he reescrito la novelita tres veces—, abordo la posibilidad de una pequeña escapada, de un viaje estival. No es nada seguro todavía. Todo lo dejo supeditado al Lazarillo. Si consigo dejar lista la edición antes de que termine este mes, me escapo hacia una zona cercana: Peñíscola y Valencia. Ya se verá. Como vengo haciendo los últimos años, dejaré anunciado mi viaje en la cabecera de este blog. Con este último párrafo, le estoy dando respuesta a la pregunta de un querido y ya viejo alumno de segundo de Bachillerato que aún no sabe si está admitido en Periodismo: “Una curiosidad, Antonio: ¿este año no haces ningún viaje de los tuyos por la España literaria?”.

Indudablemente, por ahora es la pregunta del millón.

Fragmento perteneciente a DIETARIO EN RED 2009-2010