Tramontana fuerte en un entierro

Tramontana fuerte. La oigo silbar desde la cama. Sin moverme de casa, puedo, en realidad, saber siempre qué viento sopla. Solo hace falta escuchar las campanas. Si el tintineo es fresco, preciso y cristalino, hace tramontana; si es opaco, cascado, deshilachado, el viento es de garbí.

Tramontana y Josep Pla

Un entierro de los años 20 (siglo XX).

(…). Por la tarde veo pasar por el Carrer de Cavallers un entierro envuelto en la tramontana. El viento hace tintinear las coronas y parece como si las uñas de un gato arañasen la hojalata. Pone carne de gallina. Las cintas revolotean sobre el coche mortuorio como los brazos de un pulpo, como los velos de Salomé, por decirlo más finamente. En lo alto de su asiento, el cochero ha quedado como aplastado y resumido, como un monigote que hubiese recibido un enorme mazazo sobre la gorra de charol y hubiese quedado comprimido. Dentro de la luz rutilante, afilada, cruda, de la tarde; bajo el cielo despoblado, metálico, inmenso; en el vacío de la calle, el entierro con el cortejo vestido de negro, tiene un aspecto irrisoriamente grotesco. El cura, con el roquete hinchado lleno de viento, parece como si fuese a ponerse a flotar en el aire de un momento a otro. El monaguillo, con la cruz alzada, tiene dificultades para caminar. Los del duelo no pueden dar a su cara ninguna compunción: tienen bastante trabajo en sujetarse el sombrero con las dos manos. Las campanas tocan a muerto y el viento se lleva la gravedad: los toques volean, de aquí para allá, como andrajos. El entierro enfila el Carrer Estret y parece un animal extraño y fabuloso que camina como una fuerza siniestra.

Fragmento perteneciente al diario de Josep Pla, El cuaderno gris (pág. 97).

Escritos míos donde aparece Josep Pla:

Dietario en Red 2004-2006
Dietario en Red 2007-2008
Articulismo formal
Crónicas estivales
Mi cuaderno gris

 

Cierta inquietud, con viento

Un cielo violeta, bajo una amanecida de domingo, la del 18 de diciembre.  Recién abofeteado por la fuerza del viento, el viejo profesor abre la puerta de su casa. Piensa que parece un zarandillo.

Fragmento perteneciente a las memorias noveladas de la serie El viejo profesor

Amor y viento

Es la mañana de un sábado, la mañana del 17 de diciembre. Son las ocho menos cuarto, y con bocanadas de aire frío en la calle. El viejo profesor, tras sentarse en el sofá de su casa, habiendo encendido poco antes la estufa y el portátil, nota su conocido ensanchamiento de caderas después de varias horas de amor entusiasta.

Fragmento perteneciente a las memorias noveladas de la serie El viejo profesor
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Viento terrorífico

Ejemplo de viento huracanado

El viento se cebó con él de la forma más cruel que pudo.

Fragmento perteneciente al relato
titulado «El acoso» , del libro TRENZADO DE HOMICIDAS (pág. 105).